domingo, 6 de octubre de 2013

Sevilla-Sanlúcar-Mar (VI)

En anteriores episodios:

Cap. I - Cap. II - Cap. III Cap. IV - Cap. V

...yo fui banderillero, hace ya mas de tres décadas en la cuadrilla de Lagartijo, el primer y único Califa del toreo.


¿Y el Guerra?

 -Un respeto, señores, a ése ni mentarlo, el bravucón solo ha acertado una vez en su vida, cuando telegrafió al padre de José después de lo de Talavera: “¡se acabaron los toros!”. Claro que hubieran debido acabarse mucho antes. La mayoría de ustedes son muy jóvenes y estos diez años han sido como un huracán que hubiera borrado de un plumazo dos siglos de torería. Ahora hasta los escritores más conspicuos dedican páginas y páginas a la tauromaquia y eso por no hablar de los periódicos y revistas, los ecos de sociedad se han llenado de novilleros aristócratas que nunca se han puesto delante de un toro y que pululan por las alcobas de medio mundo. Pero la culpa de eso la tiene, como casi de todo, el cinematógrafo. Han crecido plazas monumentales como hongos en sitios inverosímiles que cada domingo son asediadas por cientos de utilitarios que vomitan gente y más gente, sportmen y señoritas bien que beben el té le levantando el meñique y que acuden a los toros como quien va a un partido de tenis o a las regatas. Hay quien habla ya incluso de poner un peto a los caballos de picar para no herir la sensibilidad de los espectadores como modernamente llaman a la afición. Y ahora que un toro ha matado a Joselito y que a Belmonte se lo ha tragado la tierra, ¿quién se acordará ya de Lagartijo o de Frascuelo? 
Yo sé que a ustedes, los sevillanos, no les gustaba mucho mi matador y a decir verdad tampoco él guardaba muy buena opinión de su ciudad, pero entonces no era imprescindible para triunfar agradar a todos los públicos. Ser torero era una cosa muy seria.

Emilio Sánchez Perrier: Aguas tranquilas en Chaponval

Joaquín Turina, "La oración del Torero"


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