domingo, 7 de junio de 2015

El terremoto de Lisboa (IV)


CAP. III
http://lacolumnatoscana.blogspot.com.es/2015/05/el-terremoto-de-lisboa-iii.html

CAP. II
http://lacolumnatoscana.blogspot.com.es/2015/03/el-terremoto-de-lisboa-ii.html

CAP.I
http://lacolumnatoscana.blogspot.com.es/2015/03/el-terremoto-de-lisboa-i.html


Sí, ella había leído su carta, una y otra vez, cientos de veces.
-¿No la habrá visto nadie más, verdad?
La muchacha no respondió, pero tampoco se sonrojó ni bajo la mirada. Era mucho lo que ambos se jugaban, prosperara su plan o no. Nada menos que un destino juntos, a miles de leguas de allí. Azuzado por la impaciencia Rodrigo quiso provocar una respuesta definitiva. La miró en silencio, fijamente a los ojos, pero ella apartó la vista hacia el cielo limpio, casi transparente. Entonces él apretó suavemente sus muñecas y ella sintió la piel áspera y firme de sus dedos, las manos seguras de un pescador, tan distintas, sin embargo, a las de su padre, que solo podía recordar con una  extraña mezcla de horror y compasión. Cuando  por fin habló, ella contestó con nuevas evasivas.
-¿Y tiene que ser  mañana?
-Mañana es fiesta, María, hay menos gente en los caminos, a primera hora todos duermen y tardarán más en darse cuenta.
-Pero hace más de un mes que no veo a mi madre, antes de que llegaran los señores… ¿Y mis hermanos, los pobres, qué será de ellos?
-No hay lugar para despedidas, María. Si no es ahora, ¿cuándo? El navío de aviso para la Habana está a punto de despacharse, al San Pedro lo están aprovisionando ya en Sanlúcar y sabes que Don Íñigo, su capitán, me debe la vida. No habrá otra ocasión como esta. Nunca.
-¿Y por qué no nos escondemos en Sevilla? Con el tiempo, quizá...
-¿Sevilla? ¿Quién nos casaría en Sevilla? ¿Y en qué podría emplearme yo honestamente allí? En menos de una semana me habrían enjaulado, si no muerto.  Además el Camino Real está todos los días atestado de arrieros y soldados, en cualquier caso siempre sería menos arriesgado subir por el río que pasar la muralla.
-¿Y los torreros? ¿Qué pasa si nos descubren los torreros?
-Mañana no hay oficiales, casi nadie vigila y todos me conocen, a mí y a mi barca, por eso no hay que preocuparse, en cuanto lleguemos a la playa de Arenas Gordas casi habremos puesto los pies en la Isla de Cuba. Además en  Torre Higuera apenas hay dos holgazanes que pasan la mitad de la guardia borrachos y la otra mitad dormidos.
El sonido de una esquila reverberó en los patios. Era ya la hora del Ángelus. Mientras le apretaba las manos en silencio María Niña le devolvió la mirada. Aunque ella era una mujer valiente y orgullosa Rodrigo podía leer en sus ojos el miedo, un miedo antiguo, azotado por las olas tristes del pasado y los presagios inciertos de la hora presente. Con todo, le pareció que una luz verde, como un faro remoto, brillaba en lo profundo. La esquila cesó su tintineo.
-Ven, ven mañana, a la hora prevista. Yo te espero- y dicho esto marchó corriendo hacia las cocinas.
Rodrigo temblaba, hubiérase dicho que no había nadie más solo en el mundo.
"El coto desde Sanlúcar", Carmen Laffón

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