jueves, 17 de marzo de 2022

Desatado


¿Se os dado el caso de que habiendo sido advertidos por algún amable ciudadano de que un cordón de vuestros zapatos esta desatado y, en consecuencia, pudieras desplomaros en caso de pisarlo y tropezar, se os ha dado el caso, digo, de que desconocierais previamente esta contingencia, de que no fuerais tan plenamente conscientes del suceso, tanto que no habíais llegado a repararlo por considerarlo si no innecesario, acaso inconveniente o irrelevante, habiendo asumido todo el riesgo en plenitud de facultades?
Quiero decir, ¿se puede verdaderamente ignorar que el cordón está desatado y en qué justificadas circunstancias en caso de respuesta afirmativa?
En mi opinión no, quien lleva el cordón desatado es porque quiere y en consecuencia, la supuestamente amable indicación, ¿no os parece que tiene más una intención de reconvención moral y que lejos de preocuparle a esa vieja o viejo del visillo o visilla vuestra integridad física lo que lo motiva es vuestra integridad moral, ese pellizquito monjil y la íntima satisfacción de ver vuestro jardazo, al que dado el caso acudiría para proclamar la consuetudinaria filípica: "¡te lo dije, te lo dije, lo llevabas desatado!"?
Yo he decidido simplificar y lo que hago, para tramitar brevemente el expediente, es darles las gracias y obedecer, porque no es otra cosa lo que los satisface , y así puede uno evitar la escalada del conflicto, agacharse ante el profeta de la corrección formal y hasta la próxima.
Antes no, antes yo era joven y lo discutía todo, todo lo más decía que ya, que ya, que gracias, que ya lo sabía. Con la edad comprobé que se termina antes obedeciendo, que reactivando el nudo gordiano que dio origen al conflicto, el perpetrador de la amenaza se viene abajo, se queda sin su potrillo de tortura.
A estos inquisidores de barrio también se los distingue por estar a la caza y captura de quienes no dan los buenos días, usando la técnica más vieja de la raza, que consiste, precisamente, en no darlos (o hacerlo muy bajito) para lanzar acto seguido la fatwa al viandante que se aleja: ¡¡Maleducado!!
Yo antes me volvía, ahora sigo adelante, porque es más práctico y ya se resolverá el duelo en otro mundo.
No es esta una cuestión baladí y por eso la estamos tratando con profundidad, porque implica los conceptos del libre albedrío y los de superioridad e imposición de la moral, así como el de la bondad y el principio categórico kantiano y la duda cartesiana, expresada en estos términos de andar por calle:
¿Se ha o no se ha de avisar a alguien si lleva el cordón de los zapatos desatados?
Y quien dice un cordón, está diciendo, claro, un verso cojo, un adjetivo impreciso, un mal sinónimo o una concordancia en un borrador, que como tal, a nadie habíamos dado a leer, o cualquier imperfección que llevemos a gala, no porque la desconozcamos, sino porque ya habrá tiempo de subsanarla y no es la hora.

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