viernes, 18 de marzo de 2022

Mi Lvov



Hoy estoy muy (más) triste por la guerra: han bombardeado mi ciudad.

Sí, mi ciudad, porque las ciudades de papel, memoria y tiempo son más reales que las de ladrillo y hormigón.
Por las calles de Lvov, Lviv, Lemberg -todos los nombres de Leópolis-, he paseado muchas mañanas y tardes con los poetas Adam Zagajewski y Zbigniew Herbert, que en mis estanterías de literatura eslava (polaco, bohemio, yidis...) apenas están separados de sus hermanos, los grandes poetas rusos, por un listón de madera.
Yo me siento mucho más cercano a todas aquellas poblaciones del remoto y descuartizado Imperio Austrohúngaro que, pongo por caso, a las comarcas suprematistas de Lérida o Gerona... Por estos libros sé lo que en estos lugares más cercanos se ha vuelto hacer mal, lo que pudo evitarse y lo que nunca se evita.
¿Qué habría dicho y pensado o escrito Adam Zagajewski -quien hizo de la memoria y de esta tierra de cruce de fronteras- raíz sustancial de su literatura?
Su libro "Dos Ciudades" está dedicada al recuerdo de ese Lvov doméstico y familiar, ese paraíso perdido.
¿Y qué decir de esa maravilla que es "En la belleza Ajena" en cuya edición española figura una remota y preciosa estampa de Lvov?
¿Y Herbert?
Uno de los más lúcidos esclarecedores de la belleza en sus ensayos artísticos y un poeta impactante en la impugnación del dolor y la opresión que la bota soviética marcó en aquellas tierras.
Ambos dieron testimonio para que esto no se volviera a repetir.
En la fragilidad de sus palabras Leópolis/Lvov se alzará siempre incólume como faro desafiante a estos misiles criminales que alcanzan ya la frontera de Polonia, es decir de la OTAN.
Pero no pensemos en lo poco que valen las palabras, alguien pondrá este dolor por escrito y el mundo se redimirá por ello, como se redimía en las palabras de estos dos grandes poetas en polaco.
¡Ay, mi Lvov!

PS: Los amantes de la ciencia ficción y las paradojas no olvidarán que Lvov es también la ciudad de aquel excéntrico y genial escritor que fue Stanislaw Lem, quien probablemente fuera quién más y mejor tendría que decir y ser uno de los pocos a los que se podría acudir en busca de una solución.






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