miércoles, 18 de mayo de 2022

Una infancia plateresca


A Fede Calderon que me envió unas fotos.
A Jose Felix Pavon Claros en el corazón de la Calleja.
Los paisajes espirituales de "Platero y yo" se parecían tanto a los de mis años de niñez en Aracena que cuando leí el libro de JRJ, hacia los nueve de mi edad, apenas dos años después de abandonar nuestra propia y blanca maravilla, tuve la proustiana sensación -esto claro, lo supe algunas magdalenas más tarde- de retornar a un tiempo recobrado.
Un tiempo, sí, que ahora se me ofrecía inasible y melancólico, pues se habían alejado de mí las calles empedradas del pueblo, las huertas y las charcas que eran mi hábitat silvestre.
Ningún tiempo, antes o después, he añorado más que aquel vivir mío en Aracena, y qué acierto (siempre) el de JRJ al subtitular su Platero, como Elegía Andaluza.
Aún hoy, cuarenta años después, no hay instante de plenitud y clarividencia que no se haga presente en mí sin que retorne a mi espíritu aquel niño dios salvaje que corría por las calles de Aracena.
Esa añoranza de eternidad andaluza y campestre se me quedó como cantaba Tomás Pavón "metida en el corazón" y es aún lo que busco, lo que anhelo, cada vez que me asomo a una agónica calleja de Sevilla cuyo final, solo entrevisto, es el misterio o la muerte: tu mismo yo al otro lado del tiempo.
(Y recuerdo ahora que no en vano la vía a la que daba nuestra casa en Aracena, sin asfaltar ni adoquinar, tránsito aún de bestias, tenía por nombre su ausencia de nombre, "La calleja".)
Tuve la suerte de tener una infancia dorada, pero no en jaula de oro, pues como dora el sol la piedra tallada del renacimiento así fueron aquellos días inmortales puramente "platerescos", cuando todas las horas de mi vida tenían "acero, acero y plata de luna al mismo tiempo."
IMAGEN:
PLAZA DE DOÑA ELVIRA
(Aracena )
Toda mi infancia
sube por esta fuente
hacia el castillo.



No hay comentarios:

 
/* Use this with templates/template-twocol.html */