miércoles, 18 de noviembre de 2020

tke d kda

Llegamos a las amplias avenidas de Pino Montano, con sus bloques obreros, alineados como fichas de dominó, con el coche a toda pastilla y la radio a todo volumen.

Suena C. Tangana, como podría sonar "la Rosalía".

Nos hemos tuneado el alma para sobrellevar los toques de queda, que ya han alzado sus oscuros clarines cuando vamos al nocturnal conservatorio.

Retumba por el barrio "el flamenquito" y llegamos a jalear, quién lo diría, el grito neandertal, pero rasgado, del niño de Elche.

Encontramos un placer inefable en hacer destellar nuestro lado choni, como un Jekyll y Hyde cani o un Dorian Gray poligonero.

Una luna fina y animal, como una raya de cocaína, alumbra con su luz exangüe nuestro camino de perdición con la palidez fosfórica de un after.

Y seguimos mutando, al llegar a Los Carteros ya somos los Gipsy Kings.

En una azotea resuena, majestuoso, un disco de Camela Sinfónico, nunca alcanzara Karajan tal plenitud en los metales.

Los bares y terrazas están cerrados, pero nosotros tenemos el corazón abierto y tatuado.



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