martes, 1 de diciembre de 2020

¿LA ENFERMEDAD DE LA SOCIEDAD O LA SOCIEDAD DE LA ENFERMEDAD?


Nunca ha estado la opinión social más obsesionada con la enfermedad y su erradicación.
La enfermedad (como la pobreza o la ancianidad) es el pepito grillo de la conciencia: la aguafiestas de nuestros excesos.
Esto no ha sido siempre así, la enfermedad formaba antes también parte de la vida...
Según las cifras del Ministerio de Salud mueren en España de cáncer más de 117.000 personas al año: para los que van a morir y para los más de 200.000 diagnosticados con algún tumor la pandemia no se va a ir nunca.
Decía Lope -está puesto aún en el dintel de su casa en Madrid-que las cosas pequeñas propias son grandes y las grandes ajenas, pequeñas.
Es decir, para el ser individual no existe la pandemia, sino su propia enfermedad.
En "La muerte de Iván Ylych" nos relata Tolstoi cómo la familia abandona al moribundo para seguir su vida.
Esta solidaridad que ahora se reclama para que la gente no salga a fiestas, botellones y cabalgatas, ¿dónde estaba cuando cada individuo sufría?
¿Dónde estará cuando vuelva a sufrir? ¿Dónde cuando al pisar la calle los confinados comprueben que su vida de antes no era maravillosa y que arrastran con ellos su tristeza que no dependía en el fondo de ningún virus?
Todos hemos tenido la experiencia de contar una pena a mucha gente y quedarnos después completamente solos, esto lo decía Gracián, (y así completo con tres citas el comentario que es el máximo permitido por la policía literaria.) "la queja trae descrédito".
Frente a otras épocas que soportaron con grave estoicismo hambrunas, guerras e invasiones nosotros estamos quedando como Cagancho en Almagro.
Queremos el botellón según nos pinchan la vacuna y las fiestas pantagruélicas por encima de todos los Ertes.
No es la tercera ola, ni la cuarta, ni un tsunami lo que se nos viene encima, el diluvio universal se nos queda chico para lo que vendrá luego.
Con un poco de suerte no me tocará vivirlo, pero mis hijas, ¡ay, mis hijas!

1 comentario:

José María JURADO dijo...

Eso espero: la luz debe triunfar.

Históricamente ha sido así, siempre se desgarra la tiniebla.

 
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