Alta viene la muerte por el hacha del frío y no ha salido nadie a combatirla. Los soldados huyeron con el joven monarca y su excéntrico séquito de bufones y magos.
Fuerte viene la muerte por la estepa de hielo y los verdes pantanos del insomnio. Los gallos degollaron a la aurora y ahora la luna ondea como un cráneo sobre el estandarte de la noche.
Larga viene la muerte como un río y sus viejos arqueros han tensado la sangre. Las huestes mercenarias ocupan la muralla y fuerzan las puertas de la ciudad.
Inermes, vestidos con harapos, salimos a su encuentro ungidos de ceniza.
Dicen que no tenemos esperanza, pero en la frente llevamos una punta de fuego.
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