lunes, 26 de mayo de 2014

Isaak Babel




Aplastado por Stalin, que no le perdonó su sarcástica declaración en el primer Congreso de Escritores Soviéticos: "el partido y el gobierno nos lo han dado todo sin quitarnos más que un privilegio: el de escribir mal", Isaak Babel (1894-1940) es, junto con Kafka, Borges y Hemingway, el gran hacedor del relato corto del siglo XX. El maestro argentino, en un lacónico pero contundente prólogo, remarcó: “la música de su estilo contrasta con la casi inefable brutalidad de ciertas escenas”

"Caballería Roja", que sucede en las devastadas soledades de Ucrania y Polonia, durante la gran guerra civil entre los rusos blancos y bolcheviques que ahora remedan los esbirros del imperial Putin, es una acumulación de violencia y belleza, de alucinación e iluminaciones, preñada de la más intensa emoción lírica, aunque solo apta para quienes no teman cortar la flor azul sobre las vísceras de los caballos. 

Quiso ser un gran canto épico a la revolución y así se publicó, pero Stalin no podía ignorar que bajo la máscara sórdida de la roja epopeya alentaba el irónico catálogo de los horrores, la reducción al absurdo de la gran maquinaria de miseria y destrucción moral que había activado el camarada Lenin y cuyo guión, tan bien pautado, solo tuvo que seguir treinta y cinco años más. 

El 23 de mayo de 1920 la gloriosa Caballería Roja cargó contra Polonia y, con tal motivo, en EL LECTOR DE ALMANAQUES remedamos el estilo purísimo de Isaak Babel, este judío de Odessa, cuya patria es, al fin, otra Babel, la de la infinita traducción de su escritura.



23 de mayo La “Caballería Roja” marcha hacia Polonia


La ubre tumefacta de la luna se derramaba sobre las jenízaras barbas de la noche. En los ensortijados bucles negros brillaban las estrellas inmisericordes. Mañana entraríamos en la arcaica ciudad, pero al sargento lo devoraba la impaciencia y no dejaba de atizar con la fusta al viejo, que yacía a sus pies como un cardo aplastado sobre un charco de sangre y aguardiente. “Guarda tu odio para el amanecer”, le decíamos. No quería oírnos y resoplaba como una locomotora asmática con las calderas al rojo vivo: “el camarada Lenin ha dicho que a los terratenientes hay que sacarles las ideas a golpes”. Y siguió apaleándolo al menos otra media hora más. Aunque me fascinaba el odio de aquel sayón me alejé para respirar la brisa metálica de la hora. A lo lejos restallaban fogonazos púrpuras sobre las cúpulas de las sinagogas. De pronto sentí una fuerte emoción en el pecho al pensar en la carga de nuestra gran caballería, me imaginaba el universo como una inmensa llanura que Dios había bruñido para el bello galope de nuestros tristes y famélicos caballos y lloré. Lloré como aquel sabbat en Odessa cuando la hija de nuestro rabino me miraba con sus grandes ojos de hebrea que cobijaban todas las desolaciones. 

"Así es como acaban las ideas de los terratenientes."
Primera Edición de "Caballería Roja".
"Caballería Roja", marcha del ejército de la URSS.





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