Me devuelven tus gafas, aún en
la mesilla,
tu mirada severa y amorosa.
Cuántas horas tus ojos se
posaron
sobre estas piedras viejas como
el mundo
que amortajamos en silencio
ahora.
Así vuelven las cosas al río de
la vida,
todo pierde su peso cuando
muere quien lo ama
y se torna liviano material del
olvido,
sutil y empaquetable, alimento
de sombras.
Y cerramos la puerta.
Al otro lado queda nuestra vida:
los cristales de azufre y el
ópalo de fuego,
la malaquita verde que apresa con su garra
un terrorífico dragón de China
y los bosques de cuarzos y de jades
que custodian un iris bajo
tanta dureza.
Salgo a la calle, corro,
y tu reloj me aprieta el
corazón.
Ha partido el camión de la
mudanza,
oscuro como un vientre de ballena
hacia el mar de la niebla y las cenizas.
Pero tu colección de minerales
ciñe
la corona de Reyes y Profetas.
Vitrina de minerales de mi padre número 1 (antes) |
Vitrina de minerales de mi padre número 1 (después) |
Antonio Hurtado, 17, antes 15 Cáceres |
"Adios rios, adios fontes", Rosalía de Castro - Amancio Prada
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