martes, 3 de marzo de 2020

La Cartuja de Xz

La imagen puede contener: interiorLlegamos solos a estas mudas soledades donde se siente el viento y el frío del espíritu. El pavimento de piedra, el crucero, los muros fatigados por la vegetación ofrecen la visión de una abadía prerrafaelita abandonada. Hay un rosal florecido de blancura, tomamos una flor como quien toma el hábito. 

¿En qué siglo estamos?

Allá donde intentemos posar los ojos no hay una referencia que nos hable del mundo, todo es piedra y eternidad. Hemos cruzado antes un inmenso arco triunfal, la puerta que separa el alma de la carne, el tiempo del no tiempo. Sobre el áspero suelo de granito, cortado a golpe de cincel hace centurias, avanzamos por la vía dolorosa y se alza al fin el edificio imponente y airoso de la Cartuja de Jerez, la fachada se levanta a los cielos andaluces de la eternidad y vibra en las alturas su temblor barroco. 

A lo lejos se escuchan los cascos remotos de los blancos caballos cartujanos, como invisibles unicornios. 

Entramos en la Iglesia, más allá una sucesión de patios y de claustros, de jardines y flores, permanece vedado a nuestros ojos. Es la hora de vísperas y sucede el milagro. ¿Estos hábitos cándidos que de espaldas a nosotros oran más allá de las rejas de la fe, de qué cuadro de Zurbarán han florecido? 

Son las hermanas de Bélen, su cándida toga sobre el horror vacui de  la nave subraya la carencia del tiempo, el temblor de la existencia. Aquí se enterraban los hombres en la vida, se borraban del mundo, como en la imaginaria Cartuja de Parma adonde se retirara un extenuado Fabricio del Dongo. 

Imagen del paraíso, todo es contemplación en torno a estos paisajes de eternidad sin campanas. ¡Y qué fuerte el deseo de anegarse en la blanca estameña del silencio, abandonar el ser y acaso la conciencia! ¡Qué isla de serenidad inmaculada en el tráfago de un mundo de narcisistas islas de las tentaciones! Salimos bendecidos por el pincel del de Funtedecantos, con el corazón cándido y el cuerpo revestido de pureza. 

La rosa que cortamos a la entrada es ya ceniza. 

¿Han pasado mil años o mil siglos?


Cartuja de Jerez, 29 de febrero de 2020


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