Dilapido el tiempo que no tengo en un sinfín de actividades que irritan a mis enemigos (no los conozco, pero seguro que no faltan) y que exasperan a mis amigos: el ajedrez, los toros, la botánica, la filatelia, las cofradías, la ópera romántica, el Lied alemán, dos o tres idiomas vivos y uno o dos idiomas muertos, la arqueología urbana, la historia de Sevilla en cualquier era, el Madrid del siglo XIX, la tipografía, las telecomunicaciones, el big data, el GO y el catolicismo.... (¿me dejo algo?) ¡Ah sí, claro, el Huawei, la fotografía, los desayunos en la oficina, el selfie contemporáneo, mi muro de Facebook y el volcán de la Palma!
Céntrate, me dicen, escribe una novela.
(Pero ya he escrito una novela y una obra de teatro y un libro de cuentos y más de mil artículos y les ha dado igual a los señores editores y a los radiofonistas).
¿Por qué habría de hacerles caso en esto?
Y sin embargo probablemente me ponga manos a la obra a escribir una donde no falte nada, si acaso, de todo lo enumerado más arriba.
¡Pero qué bien se yo la fonte que mana y corre!
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