En el día 25 del gran confinamiento escribía, añorando la Semana Santa, sobre la Virgen de la Candelaria:
"Tras el palio de plata y oro del recuerdo el corazón se encadena y el tiempo recobrado nos devuelve a la edad remota de la inocencia.
Pasa la Candelaria por el jardín de fuego del deseo imposible cuando era bella la vida.
Pero termina el pellizco de la dulzura y tras el último platillazo de la banda volvemos otra vez a la realidad funesta de las pantallas frías." (*)
Tras más de dos años hemos visto hoy, ay Candelaria, un paso de palio y fuego y rosas por las calles de Sevilla.
Y el proustiano tiempo perdido ha sido al fin el tiempo recobrado.
Y cuando, a la altura de Entrecárceles, me he quedado mudo, absorto y de rodillas ante el fulgor de plata que restallaba en mis ojos, me ha saltado una lágrima del corazón que era al mismo tiempo de pena y alegría.
Después de tanta oscuridad, y antes de tanta oscuridad por transitar aún, ha sido otra vez posible este milagro del amor.
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