El autobús que me llevaba a la Escuela de Telecomunicaciones pasaba muy cerca de Velintonia, pero yo nunca me bajé. Ni en la época en que yo más deslumbrado anduve por los grandes poemas de Aleixandre.
Un azar médico me ha traído hoy hasta su misma puerta, junto a la Clínica Santa Elena.
Día lluvioso y melancólico, hay una tristeza lírica en esta calle.
La vida aquí, sombra del paraíso, acontece todavía a otra velocidad.
Hay cosas que no se entienden, si en 1855 Mesonero Romanos logró salvar la Casa de Calderón en la calle Mayor, si salvaguardada fue la Casa de Lope ("No hay dinero para Lope", escribió Miguel García-Posada en Abc), ¿cómo no se rescata esta casa aún a la venta que lo fue de un Premio Nobel que lo era a su poesía, a la del 27, a la reconciliación nacional y a la transición?
Cuánta tristeza, España.
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