Mis poemas, a
veces,
se prosan en
las ramas,
pían, pero no
vuelan,
gorjean, pero
sin abrir las alas.
Hay versos que
parecen cacatúas
y a otros,
como a los rabilargos,
les sobran
muchas sílabas.
Hay versos
colibríes,
petirrojos,
urracas y abubillas,
y otros, que
nunca vuelven,
como las
golondrinas.
Nunca los
ruiseñores
de Keats y el
romancero
o el gorrión
de Claudio
hacen temblar
mi rama,
ni aunque les
ponga migas.
El poema de
mil alas no vuela,
y ojo con no
partir la rama
pues el pavo
real y la gallina
también tienen costumbre de subirse.
A lo lejos planean los albatros,
el águila real y el buitre
siempre en círculo en torno del Loewe.
(Para tanta rapaz nunca hubo jaula).
Mis palabras aladas
no quieren despegar.
¡Qué buen oficio el de taxidermista!
Ahí siguen prosados mis poemas.
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