La buena voluntad es o debería de ser "buena" y me parece injusto tildarla de buenismo, aunque a veces peque de frivolidad.
Cuando, volviendo a los ojos a estos días inciertos de horror y destrucción en Gaza hagamos examen trágico desde el futuro, algunos podrán aducir con orgullo que enarbolaron una sandía en su perfil de Instagram.
Una

sandía.
No vamos a negar la importancia de los símbolos y de los gestos, pero también hay que advertir sobre su vacuidad elevada a la enésima potencia en este universo nuestro de pantallas.
Activan, además, un mecanismo de adhesiones y señalamiento, una violencia moral en definitiva, sustentada en la supuesta altura ética de quienes creen tener más conciencia de la tragedia que los otros, tanta conciencia que nos obligan a comprar un pack completo: un ancestral antisemitismo camuflado de antisionismo, característicamente bolchevique o marxista (judío=capitalismo=oligarquía mundial) y una afirmación wokista de lo obvio, perpetrar matanza de inocentes está mal y como tú no lo repitas conmigo eres cómplice y genocida y te vamos a blanquear.
¡NO MATARÁS! dice el quinto mandamiento.
¡NO MATARÁS!
Y malditas sean las guerras y quienes las promueven como dijo justamente Julio Anguita, un comunista, como podría haberlo dicho Jesucristo.
Pero esto aplica tanto a la guerra vengativa del Gobierno de Israel como a los misiles de Putin, tanto a los sangrientos crímenes de Hamás como a los perpetrados en Nigeria contra los cristianos.
Cuando la urgencia de la paz se corrompe por la manipulación política, la paz deja de ser el camino y se abandona, por imposible, toda voluntad de tregua, eternizando la confrontación que es lo que lleva sucediendo en Oriente Medio desde hace ochenta años.
Quien apela exclusivamente al genocidio y olvida la cuestión de los rehenes y el ataque brutal de Hamás, blanquea estos crímenes tanto como el que no puso la sandía en el perfil blanquearía los crímenes de Israel.
Si me obligas a afirmar lo obvio y me señalas, cuida de no ser señalado tú. Soy tan genocida como terrorista puedas serlo tú y allá tu causa, porque la violencia no hay causa que la justifique (salvo Marx etc. )
Podrá aducirse que es una cuestión de escala, de decenas de miles de inocentes caídos en los ataques de Israel frente a los mil cuatrocientos asesinados por Hamás. Y siendo esto verdad es imposible dejar de pensar que el orden aquí sí determina el producto. Que se sabía, que a lo uno seguía trágicamente lo otro. No hay duda de que Hamás alcanzó su propósito ideológico y Netanyahu su objetivo político.
Y en el altar del sacrificio, en el Gólgota, rebosa la sangre de los habitantes seculares de unas tierras invadidas por el odio.
Y por eso este perfil no pone la sandía ni condena lo obvio, pero exige la paz y reza por la paz y la justicia.
¡¡No MATARÁS!!
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