Hace mucho, más de un lustro, que en política equivale a varias edades geológicas, VOX pudo seducir, y de hecho sedujo, a los votantes católicos, deshauciados por la inanidad de Rajoy y el narcisismo de Aznar.
Aquello propició el advenimiento andaluz de Juan M. Moreno, puesto en las listas para certificar su amortización, que en la siguiente cita barrió a la lista verde que había puesto sus esperanzas en una histriónica Macarena Olona.
Vox era un elemento corrector del PP, con el apoyo de la Iglesia y un discurso nacional distante todavía de lo ultra, sapilmentado por un liberalismo personificado en la figura de Espinosa de los Montero, al que también el socialismo Peperista había renunciado, con un discurso cultural potente incluso.
Todo eso se ha desmoronado, arrastrado por ese cáncer español que es el partidismo antidemocrático.
Como hizo el PCE con los comunistas, Ciudadanos con los españolistas catalanes, el PSOE con los obreros o el PP con conservadores y liberales VOX ha abandonado a sus electores, que en el fondo únicamente querían una escenificación diestra del partido de la gaviota.
En política el fondo es la forma y VOX ha cambiado de caladero, no sé si cínicamente lo ha acordado con Feijoo para repartise la frustración antisanchista y engordar la saca electoral con la ira de los desclasados.
Esa actictud matona, camorrista y macarra es ajena al pensamiento conservador español, ni siquiera el Franco de la guardia mora, ni la Falange en sus momentos más estupendos alentaron esos discurso de odio.
No digo ya Cánovas del Castillo o Menéndez Pelayo, que son los referentes previos a la debacle borbónica y primoriverista.
Han decidido además, arrimar la cebolla a la conferencia episcopal, cuando desde antes de Cristo se sabe que en España para ganar unas elecciones no se pude mentar a la iglesia con la que han topado.
Yo entiendo la inercia que aquellos destellos conservadores pudieron ejercer en parte de un electorado que, sin darse cuenta, ha sido radicalizado o ideológicamente adulterado.
El discurso del Juez Serrano, ya lo dijimos, con la Oración de San Francisco en el Parlamento de Andalucía no es el de quienes juegan a hundir barquitos a ser posible con la gente dentro.
Vox ya no convence a nadie más que aquellos a los que no merece la pena convencer.
No implica, ni siquiera, un voto en conciencia, sus aliados europeos, a diferencia de Meloni, han abandonado, con Le Pen al frente, la lucha contra el aborto, que ni siquier figura entre las cuatro primeras medidas de las que habla Abascal que implementaría en caso de mayoría absoluta, a saber: español en la escuela catalana, concertinas en las fronteras, expulsión de los moriscos y reducción de impuestos a aquellos que lo ganan, que no son quienes los van a voxtar.
Es una pena, porque había y hay gente válida ahí que tendría que estar en el PP, pero es lo que tiene, lo que ha tenido siempre en España la política de partido.
Con su estructura centralizada y sin haber ejercido el poder desconocemos, asimismo, cómo se desempeñarían en la realidad, no gobernar es demasiado fácil. ¿Cuántas Macarenas Olonas pongo por caso nos esperarían a la vuelta de la esquina?
El PP, claro, aburre por su molicie, pero es el partido sistémico que el PSOE ha renunciado a ser. Sus votantes están tan cansados como los izquierdistas de buena voluntad con el PSOE, pero me temo que hunos y hotros no tenemos más alternativa que votar a los de siempre...
Votar a VOX, parece claro, es eternizar a PSNCHZ.
No hay comentarios:
Publicar un comentario