Luis García Montero me parece un poeta extraordinario, una referencia ineludible de la poesía en España y autor de algunos poemas que nos sobrevivirán a todos como "El insomnio de Jovellanos" o "Life vest under your seat".
Insisto, es un gran poeta, y lo sabes.
Además, siempre me ha caído bien, si puede decirse así, aunque solos nos saludamos en el año 1995 en El Escorial. Fue amigo de mi tío Miguel García-Posada, que propugnó con buen criterio esa corriente de la poesía llamada demasiado generalistamente de la experiencia (pero también celebró otras, alucinatorias o surrealistas: véanse sus palabras sobre Blanca Andreu o Andrés Sánchez Robayna en su antología de la "Nueva poesía española" en Crítica).
La tentación de la política, de la escritura de partido, ha sido siempre una enfermedad endémica del escritor en España.
"Hasta el inmenso mar crece en la luna" dijo Lope, buscando mecenas... El poeta es un buscador si no de prebendas, de premios o elogios, y el que esté libre de pecado que tire el primer poema. Es naturalmente humano: como el actor vive de los aplausos, el poeta necesita de la gloria, de un poquito de calor.
Nadie es ferpecto.
Esto lo vio tan claro el Partido Comunista, como la CIA o la Iglesia, de ahí los premios nacionales y adonaises, los congresos en los países satélites y las universidades americanas.
La historia cortoplacista de la Cultura es una historia de partidos, hay que esperar cincuenta años tras la muerte de un autor para que se caiga la cáscara amarga del militante.
Cuando el partido se evapora, el ostracismo y cainismo terminan de pulir la obra, pero el propio autor debe asumir su responsabilidad y tampoco puede quejarse mucho, sabían a lo que venían, de alguna forma se lo han buscado.
Así le fue al pobre Bécquer en el Partido Conservador de Narváez y González Bravo que hubo de exiliarse a Toledo en la Gloriosa. A Luis Alberto de Cuenca, por acudir a un ejemplo reciente, no le perdonaron su paso por el ministerio del PP en su primer intento de acceder a la Rae.
El escritor de partido pierde su libertad y arrostra el cainismo mientras vive. Se hace difícil valorarlo y defenderlo solo en lo que escribe... solo levantará cabeza entre los suyos, da igual que sea muy bueno o incluso que sea muy malo, es decir que ni siquiera sea
En este sentido parece claro que García Montero ha errado en lo de la Academia con sus críticas ad hominem y a las llamadas profesiones liberales...
Santiago Muñoz Machado,por su parte, parece un señor serio y lo que le he leído y escuchado de él me ha aburrido, aunque aquí aburrimos todos. Me ha sorprendido la solidez de posiciones en una Academia que volvió a rechazar a Luis Alberto de Cuenca por luchas intestinas (de colon para abajo).
Me ha dado que pensar, quizá lo del partido filológico y creador no es verdad y prima más la cosa corporativista. Igual que han apretado pombianamente los dientes podrían haberlo hecho por Luis Alberto de Cuenca el año pasado, como cuando los partidos clásicos de Expaña pactaron la entrada de Anson y Cebrian que nadie lee.
Que la imagen visible de la RAE sea un autor que es a la novela de capa y espada, lo mismo que ChatGpT a Dumas, da que pensar.
Todo son partidos cerrando filas y firme el ademán (y firme el alemán)
De las academias, de los comunistas, líbranos, Señor.
Lo mismo que se orinaban en los muros de la RAE hay que orinarse en el muro de Berlín de las ideologías.
Poetas de España, poetas del mundo, si de veras queréis tomar partido, salid ya del partido.
Sí se puede... o si se puede...
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