El Ayuntamiento de Sevilla quiere acondicionar un jardincito para los poetas y escritores sevillanos en el Cementerio de San Fernando.
Pero como nadie ignora, los poetas sevillanos, desde Gutierre de Cetina a Luis Cernuda, con la notable excepción del Divino Fernando de Herrera, han tenido por costumbre morirse lejos. Condenados al largo olvido, cuando no al desprecio o la ignorancia de una ciudad siempre más madrastra que madre.
Así: Bécquer, Blanco White, Luis Cernuda, Antonio Machado, Manuel Machado o, incluso, el recientemente desahuciado después de muerto, Vicente Aleixandre.
La situación se ha repetido con otros autores que, aunque no nacidos aquí, han cantado también nuestra ciudad.
¿Recordaremos que el Ayuntamiento de Sevilla en 1958 no recibió los restos mortales de JRJ ni acudió a la capilla ardiente del poeta que se instaló en la Universidad debido a su lealtad a la República? JRJ no era “sólo” un Premio Nobel o un “andaluz universal”, había declarado en repetidas ocasiones que Sevilla era la "capital lírica de España" y la ciudad aparecía de forma recurrente en su inmensa obra en marcha, pero parece que tampoco esto era suficiente.
Esta capilla se dispuso en la cripta del Panteón de Sevillanos Ilustres, donde reposan los restos de Bécquer, además de los de Fernán Caballero, Alberto Lista, Arias Montano o Rodrigo Caro.
La propuesta actual del Ayuntamiento tiene por objeto trasladar desde este Panteón los restos de Bécquer (como mínimo) al Cementerio de San Fernando, para “enriquecerlo culturalmente”. No deja de ser significativo que este Panteón sólo abra una tarde por semana y en horario laboral. Aunque ignoramos si la responsabilidad es exclusivamente de la Universidad o compartida con otras administraciones.
Surge esta iniciativa, por cierto, al mismo tiempo que desde Cuba reclaman los restos de la poeta Gertrudis Gómez de Avellaneda, enterrada, ésta sí, según su última voluntad en el Cementerio de Sevilla.
Quisiera recordar ahora a otro poeta sevillano, Rafael Montesinos, también víctima del olvido por todos los estamentos oficiales y cofrades de la ciudad, y uno de los que mas hizo en el campo de los estudios becquerianos y que finalmente pudo ver cumplida su voluntad y descansar en Sevilla, como había pedido:
He vivido cuatro días
tres no fueron sevillanos
llevadme a la tierra mía.
Respetar, siempre que sea posible, la última voluntad de una persona y sus familiares, debe ser la única norma en estos casos.
Y es que la afición a remover huesos líricos por parte de los poderes públicos en España no es una moda reciente como sugieren los autos frustrados de Garzón en relación a la fosa de Lorca etcétera. En el capítulo XIX de la Primera Parte del Quijote se narra el traslado furtivo y secreto de los restos de San Juan de la Cruz. Los huesos del más grande místico y poeta español se desperdigaron entre Segovia y Úbeda, desatando un litigio entre ambas ciudades que se saldó “salomónicamente” con un desafortunado despiece.
En Jaén apenas han quedado unas tibias y un dedo incorrupto.
En este punto conviene recordar que ese dedo no fue el que escribió el Cántico Espiritual. En el “Cimitero Acattolico de Roma”, conocido como cementerio de los ingleses, junto a la pirámide Cestia, donde están enterrados Shelley o el hijo de Goethe, esta también la tumba de Keats, ese ángel abatido a los 25 años cuyo nombre fue escrito en el agua. Además de su famoso epitafio en la lápida dice:
“Aquí yace todo lo que fue mortal del joven poeta inglés”
Lo que nos dicen los poetas, se sobrepone al tiempo, a la muerte y a las corrupciones que les son naturales.
El alma que canta está encajada en una carne mortal. La palabra no, la palabra vive.
A mí me gusta, sin embargo, visitar las tumbas de mis escritores y músicos preferidos, yo he visto la tumba de Ezra Pound, bajo un mármol con una inscripción clásica donde crecía la yedra, golpeado por las serenísimas aguas de la Laguna, en la Isla de los Muertos, tan cerca de mi admirado Joseph Brodsky y el no menos querido Stravinsky que también quiso yacer en San Michele de Venecia. Yo he estado en el damero cubista de Montparnasse con lo que fue mortal de Baudelaire (y no supe encontrar a Marcel Schowb) y en los románticos paisajes de Père-Lachaise, saludando a Proust, Balzac, Oscar Wilde, Chopin y Moratín.
Muchas veces he visitado a JRJ bajo el sol del mediodía y estuve con Pedro Salinas en San Juan de Puerto Rico, como en el Cementerio Marino de Valéry, frente al mar tropical donde él había sido “el Contemplado.”
En nuestra contingencia, honrar a los muertos es una acción digna que nos enaltece, aunque la memoria de un autor se invoca, de verdad y únicamente, en su lectura.
Por eso no me parece oportuno menear los huesos de nadie para convertir el Cementerio en un Parque Temático.
Es un cementerio, por cierto, precioso, donde yacen Joselito e Ignacio Sánchez Mejías en un mausoleo imponente de Benlliure, además de Belmonte y mis abuelos maternos.
La idea de los poetas en corro de porteras, o como si de una antología se tratase, particularmente me repele.
Uno busca una tumba como en un viaje iniciático, por afinidad espiritual: nunca he estado en Irlanda, pero he soñado que iba a ver a Yeats bajo el Ben Bulben, como otros constatan en Collioure el horror de nuestra Guerra Civil.
Pero la política cultural de nuestro consistorio se alimenta de estos gestos vagos que nunca se concretan, de estos brindis al sol. La nota de prensa no puede ser, al respecto, más candorosa o si lo prefieren, más explícita: “Sí hay un objetivo claro: que convivan las tres confesiones: cristiana, musulmana y judía.”
O sea, y me adentro, guiado por las propuestas del consistorio, en los terrenos resbaladizos de la demagogia: una alianza de civilizaciones lírica, post mortem y a la sevillana.
Han propuesto traerse a Al-Motamid de Marrakech, ¿se desmontará el túmulo de Alfonso X el Sabio que, como sabemos, escribió las Cantigas de Nuestra Señora en galaico-portugués, de la Capilla Real de la Catedral?
En cuanto al judaísmo: habrá que ir a buscar la tumba del pobre Rafael Cansinos Assens, que en algún lugar de Madrid andará. Otro con el que se realizó un oficio de destrucción y olvido al que sólo salvó la memoria generosa de Jorge Luis Borges (quien, por cierto, vivió un año en Sevilla y publicó aquí su primer poema).
Pero mejor no dar ideas.
Imaginamos al Alcalde inaugurando el mausoleo, orgulloso como un Tenorio
Mañana os contemplarán
los absortos sevillanos;
y al mirar de este panteón
las gigantes proporciones,
tendrán las generaciones
la nuestra en veneración.
Sucede que el parlamento de Don Juan prosigue de esta suerte
Mas yendo y viniendo días,
se hundirán unas tras otras,
mientras en pie estaréis vosotras,
póstumas memorias mías
¿Y qué memoria quedará de esta gestión cultural?
También se anuncia hoy que, por San Valentín, se organizará una fiesta de la Poesía junto a la glorieta de Bécquer en el Parque de María Luisa. Se aprovecha la excusa de que Bécquer nació el 17 de Febrero, para mezclar, en la “ciudad de las personas” la Poesía y el “día de los enamorados”, como de costumbre:
“el Parque se convertirá en un escenario abierto a todos los ciudadanos, quienes con sólo remitir un email con la solicitud, podrán realizar lecturas públicas de poemas u otras actuaciones relacionadas con la poesía. Paralelamente, el Parque habilitará el espacio y los recursos técnicos necesarios para un “mercadillo” de publicaciones de poesía, que será construido por los propios ciudadanos, librerías, editoriales, autores o particulares que deseen participar.”
En fin.
En este caso ya no sé distinguir entre la buena voluntad y el desconocimiento, por eso me limito a recomendar a mis generosos lectores que si son ustedes poetas o están en el trance místico de serlo, guárdense mucho de acudir al Parque de María Luisa el 14 de Febrero, piensen que en el cementerio hay muchas fosas vacías que asignar y hay que hacerlo cuanto antes para cumplir el programa y (de paso) el presupuesto....
Nota Final
A Bécquer no creo que le hubiera hecho mucha ilusión estar enterrado en San Fernando, extractamos estos párrafos del “La Venta de los Gatos”, leyenda ubicada en camposanto objeto de nuestras fúnebres pesquisas.
“En Sevilla, y en mitad del camino que se dirige al convento de San Jerónimo desde la puerta de la Macarena, hay entre otros ventorrillos célebres uno que, por el lugar en que está colocado y las circunstancias especiales que en él concurren, puede decirse que era,
si ya no lo es, el más neto y característico de todos los ventorrillos andaluces.”
[...]
“Primero comenzó a susurrarse que iban a colocar un cementerio por esta parte de San Jerónimo: unos decían que más acá, otros que más allá; y mientras todos estábamos inquietos y temerosos, temblando de que se realizase este proyecto”
[...]
Mientras esto sucedía, comenzóse a levantar el cementerio. La gente huyó de estos contornos. Se acabaron las fiestas, los cantares y la música, y se acabó toda la alegría de estos campos, como se había acabado toda la de nuestras almas
[...]
En el carro de los muertos
ha pasado por aquí;
llevaba la mano fuera,
por ella la conocí.
Como dijo en otra ocasión, “qué solos, qué solos se quedan los muertos” y aún más después de un siglo enterrados, añadiremos.
Qué claro lo tuvieron Tutankamón y el grandioso Shakespeare. Esto dice en su tumba el bardo de Stradford.
“Buen amigo, por Jesús, abstente de cavar el polvo aquí encerrado. Bendito el hombre que respete estas piedras, y maldito el que remueva mis huesos."
Parafraseamos finalmente a Montesinos:
He vivido cuatro días
Tres no fueron sevillanos
No me mováis, ¡madre, mía!
sábado, 7 de febrero de 2009
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9 comentarios:
Magnífica entrada, José María, y cuánta razón tienes. Arastrar huesos es una forma lastimosa de querer corregir la historia y sus lecciones.
Yo propongo que se hagan panteones a Carmen la Cigarrera y a don Juan Tenorio.
Muy acertado tu comentario.
¿Qué, memoria histórico-poética? ¿Todos allí reunidos o sólo los afines a la ideología?
¿Qué hay de la Casa de los Poetas en Sevilla?
Felicidades siempre por tanta poesía.
Interesante explicación y buenas razones.
Pero no olvidemos nunca la verdadera enseñanza: ¡dejad que los muertos entierren a sus muertos!
Gracias a todos por vuestros amables comentarios.
¿"El club de los poetas muertos"?
Carpe diem. Carpe mortem.
Oye Sr. Juardo, he buscado la palabra "trasterrado" en el Diccionario de la Rae y no viene. ¿Será posible?
Y el Diccionario de la RAE ¿qué es, querido Alelo? ¿El código de circulación?
¿Sí? ¿No? ¡Yo qué sé!
Un abrazo.
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