sábado, 11 de julio de 2009

Los poetas en quimono III

Elogio y refutación del Haiku
Interludio chino.

En poesía yo soy más de China que de Japón, como otros son más de Juan Ramón Jiménez que de Antonio Machado.

De esta afirmación, lejos de ser gratuita –¡tan lejos como diez mil kilómetros!-, lo que realmente se concluye es que con las distancias de espacios, tiempos e idiomas el Oriente me confunde, como a otros la noche.

Lo mismo, me digo, debe de suceder con España y Portugal, que vistos desde la otra punta de la Ruta de la Seda parecerán iguales, aunque no sean lo mismo Filipinas y Macao, que tanto se han parecido.

Mi primer acercamiento al arte oriental fue a través de la pintura: los grabados japoneses de Hiroshigue y Hokusai y las pinturas de paisajes chinos, seda y caligrafía.

(Habría que añadir una prehistoria manga, hecha de los dibujos animados de Heidi y nuestro amigo Marco, al pie de las montañas ambos, como los monjes Zen)

Creo que una contemplación profunda -en la posición de la rana si prefieren- de estos paisajes y sus garabatos, nos pueden conceder el primer grado en la maestría lírica del haiku, el cinturón blanco-amarillo.

Posteriormente leí con deslumbramiento la Antología de la Poesía China de Marcela de Juan (Alianza Editorial) y las recreaciones de Catay de Ezra Pound (en magnífica traducción, por cierto, de Antonio Rivero Taravillo y publicada por la Universidad de Sevilla).

Hasta entonces yo había pensado que las cumbres de la lírica mundial eran la Ilíada, la Odisea y la Eneida, cuando no el infierno de la Divina Comedia, sobre todo la parte del Infierno (con mayúsculas, claro, valga la redundancia).


Ahora sé que me faltaba el Himalaya todavía.

Pocos libros tengo más anotados que éstos de poesía china, aunque estoy convencido de que en la traducción, por buena que sea, hemos perdido la inasible esencia de otra cosmovisión. Lo que no nos ocurre con nuestros clásicos occidentales, cuyos valores compartimos, creo, todavía, salvo que uno sea un damnificado de la LOGSE (en sus tres modalidades: profesor, orientador o alumno).


A ellos, a los amarillos, les debe suceder igual con nuestro Homero o con el Evangelio, lo que decíamos antes de Filipinas y Macao.

Ahora que lo pienso podríamos incluir una antología del haiku español en la asignatura de Educación para la Ciudadanía, en los centros privados leerían los de Federico Jiménez Losantos y en los colegios públicos los de Gamoneda, que no sé si los tiene, pero que para el caso es lo mismo.

Cuando he leído después la colección de poesía imperial japonesa, el Kokinwakashu (hay edición en Trotta, Pliegos de Oriente) verifiqué no había en esos tankas (estrofa de cinco versos muy parecida al haiku, en la que alternan conjuntos silábicos de 5 y 7 sílabas), nada que no hubieran desarrollado 1.500 años de dinastías chinas.

De hecho esta misma colección fue recopilada por la familia imperial para distinguir lo japonés de lo chino, pues en la corte nipona el estudio de la poesía era en esencia, el estudio de la poesía China.

Como lo de Grecia y Roma, pero sin el Mediterráneo (y eso que se ahorran, y si no que le pregunten a Gamoneda por la feria del libro de Sevilla).

En el Kokinwakashu hay muchos poemas dedicados a la descripción de cuadros. En los festivales de poesía oriental pintura, música y lírica iban juntas, cuando no eran lo mismo.

En el Aleph –ese haiku de belleza concentrada que abarca el universo en un solo punto- describe Borges el empeño ridículo de un poema titulado “La Tierra”, que intenta describir instante a instante la complejidad del planeta. Llega a copiar incluso algunas estrofas, como esta que se refiera a un rancho en Australia

Sepan. A manderecha del poste rutinario,
(Viniendo, claro está, desde el Nornoroeste)
Se aburre una osamenta - ¿Color? Blanquiceleste
-Que da al corral de ovejas catadura de osario.


Esta afición a la écfrasis de magnitud cosmográfica es más abundante de lo que parece, los escritores frustados suelen devenir en empeños grandilocuentes y, a poco que se descuiden, componen una Araucana. Yo mismo conozco muy de cerca a uno que se está despeñando en el propósito inútil de celebrar los momentos estelares de la humanidad, que no tienen fin, cual la arena de la playa, como todo el mundo sabe.


Pero, decíamos ayer, la manifestación más reciente de esta –digamos- gripe (no es buen ejemplo con la que está cayendo en Argentina, pero "a Borges estábamos") es la violenta erupción cutánea en forma de tres versos: ya estreñidos y solitarios, ya en ristras como chorizos orientales, que a saber Dios cómo los llamarán allí.

A este conocido nuestro le dio por aproximarse al arte Oriental y emprender la écfrasis de la écfrasis, la descripción de la famosa pintura: “En la ciudad de Kaifeng a lo largo del río durante el festival de Qingming”, que es un enorme cuadro de más de siete metros en el que, detalle por detalle, se describe la fiesta en la que los chinos rememoran a sus antepasados, como nuestro día de todos los Santos pero en Confuncio y con papeles de colores y cometas, menos lúgubre, o sea.


La pueden ver si pinchan aquí (de uno en uno y no tan fuerte, que me hacen daño).


Nuestro amigo pensó que para acercarse a una pintura china el haiku era la mejor estrofa, por eso de darle un aire más oriental a su ya islamizado castellano. Quizá fuera por la diferencia de los husos horarios, quizá por su natural tendencia al pentasílabo, el caso es que al final concluyó que el haiku, en realidad era una estrofa demasiado larga y que a él le sobraban dos sílabas en el segundo verso.

De hecho no hay nada que se diga en siete sílabas que no se pueda decir en cinco y, aplicando el método inductivo, en cuatro, tres o ninguna, lo que constituye la conclusión fundamental del libro del Tao y de estos ensayos por añadidura.

Para que quede constancia del desaguisado copiamos la descripción lírica, que quedó interrumpida a mitad del cuadro, dando un salto de no menos de cuatro metros de mural cuando se aproximaba a la Gran Muralla de Kaifeng, porque la cosa propendía al infinito, y el infinito no le sienta bien ni al haiku, ni al Oriente, hijo del Sol, que es un cero muy grande y luminoso, como la bomba atómica.

Para el que se quede en la primera o tercera estrofa (les alabo el gusto) añadiré que el poema quedó resuelto en una composición en prosa que ahora ilustra, pero con el texto en caligrafía Kanji, toda una línea de productos de marketing chino basado en el famoso cuadro: calendarios, abanicos, pulseras... todo eso que les regalan mis amigos en sus restaurantes cuando ustedes deciden purificar su cuerpo de tanto sushi, ese haiku gastronómico.

Mis lectores más aficionados (¡oh campos de soledad, mustios collados!) pueden ir marcando sobre el cuadro, de derecha a izquierda y de arriba a abajo cada uno de los motivos de cada ¿haiku? como quien completa un sudoku, esa otra perversión nipona tan propia de estas fechas.


Dragones negros
sobre la seda:
caligrafía.

Isla de bruma,
deshabitado
perfil del agua.

Río sin márgenes,
resplandor puro
de la mañana.

Vuelan cometas,
hilo invisible,
junto a la orilla.

Velas fruncidas
sin horizonte,
barcas lejanas.

Templo de luz
en el alzado
bosque de acacias.

Por la pradera
de los faroles
algarabía.

Guarda el enebro
de la amplia casa
el patio claro.

Pagoda y pérgola,
los campesinos
frente a las máscaras.

Cañaverales:
la brisa riza
los juncos dóciles.

Piara de cerdos,
multiplicada
fauna de sombras.


Puestos flotantes,
los dulces sauces
rozan las balsas.

Ojo enarcado,
escorzo ágil.
puente hiperbólico.

Toda la vida
fluye serena
bajo tu broche.

Los mercaderes
hacen de oro
tu pavimento.

¿Pasará el mástil
sin descalabro
por tu vacío?

Los sirgadores
y los cordajes:
arpas y liras.

Un arco iris
de mercancías
y crisantemos.

Linternas mágicas
y parasoles
son otro río.

Palestra: espejo
de los jinetes
sobre la nada.

Lámina vacua
del alto trono
divertimiento.


El hormigueo
de los oficios
en la Aduana

La gran muralla
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxx
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxx


Embarcadero
del paraíso,
cúpula sola.

Largo el pasillo,
para las almas
puente de mármol.

Ciudad vacía,
imaginada
arquitectura.

Escalinatas
y corredores
en perspectiva.

Acantilado
de la belleza
bajo la luna.

Entre las rocas
y los evónimos
del mediodía.

Fulge el palacio.
que solitario
se desvanece.


Según el método Ruano ahora debería cortar el primer párrafo, cuando no el artículo, pero sucede que el interludido chino no se ha escrito únicamente para mostrarles, como anuncié, mi fracaso lírico, sino para avisarles de que este blog se cierra por viaje y que ésta y no otra es la razón verdadera de este interludio.

Me voy a China por diez días a meditar sobre estos temas (y ya puestos a revisar mis negocios de restauración) por lo que convendrán conmigo en la conveniencia de mi posicionamiento a favor de la República Popular durante estas semanas.

De haber viajado a Tokio otra rana me cantara.

Por cierto, y transportado a la lírica, me preocupan los numerosos encargos de copias baratas que a raíz de este viaje me están haciendo mis conocidos. Me pregunto, después de todo, si no será eso el haiku.

¿Tú que quieres que te traiga?


*Versión en prosa

China: festival de Qingmin.
En la ciudad de Kaifeng hay un palacio vacío al que arriban las barcas de las velas fruncidas, vienen del horizonte, abstractas y lejanas, con su carga liviana de seda y crisantemos como a un embarcadero del paraíso. Fulge el palacio sobre las aguas entre las rocas y los evónimos del mediodía. El resplandor puro de la mañana lo alza y lo muda en un acantilado de belleza donde mueren las ondas de un río sin márgenes, poblado de ancestros y de lentas acacias. ¡Oh ciudad de los muertos, pérgolas y pagodas solitarios bajo una luna de papel pintado! Escalinatas y corredores se multiplican en mágicas linternas, confunden los pasos de los viajeros últimos por un pavimento de bruma sin retorno. Largo, largo el pasillo que conduce a las almas, el puente de mármol y parasoles, el ojo enarcado por el que fluye dócil, serena y pura, la vida toda. En la ciudad de Kaifeng.

7 comentarios:

Jesús Cotta Lobato dijo...

¡Ya decía yo que estabas muy chino! Buen viaje y tráenos más sabiduría literaria de Oriente. Ex Oriente lux.

Joaquín dijo...

Este elogio y refutación del haiku es digno de mejor causa, como suele decirse. Me gustaría recomendarte el más excelente estudio de esta japonería, de un profesor y traductor pionero de los haikai en español, Fernando Rodríguez Izquierdo. Lo tienes en ediciones Hiperión. No dejes de echarle un vistazo en la librería.

Saludos.

José María JURADO dijo...

Muchas gracias, Joaquín, conozco el libro, aunque no lo he leído completo. Estamos hablando de palabras mayores.

Mis primera lecturas de haikus se deben a esta editorial, que siempre ha hecho un excelente esfuerzo por la difusión de la poesía japonesa: valga por ejemplo la exquisita antología Haijin (con traducción de Ricardo de la Fuente y Yukata Kawamoto) y, más recientemente, la colección de Haiga (haikus ilustrados de Yukki Yaura) además de las obras de Basho.

A lo largo de la serie está primando el divertimento y la intuición poética sobre un rigor filológico que, por otro parte, soy incapaza de ofrecer.Por la distancia de idioma, espacio y ciencia.

Nuestro objetivo es llamar la atención sobre la fácil predilección por las japonerías de nuestra actualidad poética, que nos dan gato por rana.

Si leyeran, efectivamente, el libro de Hiperion (y otros como los citados de Trotta y Alianza) a lo mejor se ahorraban el esfuerzo.

Lo dicho, bienvenido y gracias.

José María JURADO dijo...

Jesús: Ex Oriente Rolex, me parece.

Un abrazo.

Anónimo dijo...

A mi estos jaikus tuyos me suenan a soleares. Serán prejuicios míos.

Buen viaje.

José María JURADO dijo...

Soleares con salsa de soja.
Gracias, Carlos.

Javier Sánchez Menéndez dijo...

Vivan las soleares.

Maestro.

Cuando quieres, eres un genio.

 
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