Homenaje a Paul Morphy en el LECTOR DE ALMANAQUES
El ajedrez no ha sido ajeno a la historia de las ideas estéticas, así, durante el Romanticismo floreció la escuela combinativa, en la que la inspirada belleza de las partidas se fundaba principalmente en patéticos sacrificios que desencadenaban una matemática secuencia trágica, una fuerza del sino.
La entrega de la dama a cambio de un jaque mate in extremis y casi sin piezas, a ser posible en el centro del tablero, era la más excelsa manifestación de “lo sublime”.
Muchas de estas partidas no resistirían hoy un análisis a la luz de los profundos conocimientos de la teoría de aperturas que multiplica la capacidad de cálculo de los ajedrecistas actuales, sean humanos o computadores, pero son imprescindibles para la comprensión profunda del juego.
Labourdonnais, Andersen o Morphy fueron los genios de estos intempestivos tiempos en el tablero y algunas de sus partidas -“La Inmortal”, “La Inmarcesible”- son monumentos imperecederos de la inteligencia humana.
Paul Morphy (1.837-1884) fue un rayo americano, un Fischer del siglo XIX, nacido en Nueva Orleáns de familia española, un caballero del más profundo Sur que ya derrotaba a los mejores ajedrecistas con apenas ocho años.
Arrasó a su paso por Europa donde un busto suyo fue coronado con laurel en el mítico París del Café de la Regènce el 4 de Abril de 1.859, a los 22 años de edad
Morphy fue un niño prodigio que acabó sumido en la locura alimentando la peligrosa asociación entre las 64 casillas y las tinieblas de la mente que tanta literatura ha consagrado (“La defensa de Luzhin”, Nabokov).
Claro que esto también podría haberse debido al no menos pernicioso estudio de la abogacía…
Se le considera el primer campeón del mundo y fue el primer estadounidense reconocido en Europa después de George Washington, antes de que nos llegaran los terrores de Poe y las verdes hojas de Whitman.
Cuando en el siglo XIX los tableros eran un campo de minas, una corte del renacimiento cargada de puñales, las aperturas más utilizada era la “Apertura Italiana” o su variante el “Gambito Evans”. Se atribuye esta apertura al ajedrecista Italiano Gioachino Greco, considerado por alguno el Morphy del Siglo XVII.
Recibe el sobrenombre de “Giouco Piano”, esto es, juego lento. Nada más lejos de la realidad, se trata de una partida cargada de celadas que requiere mucha sangre fría, pues en cualquier instante podemos caer acuchillados a los pies de un Borgia desaforado.
Valga el homenaje a Morphy, consumado practicante de esta apertura, para rizar esta fantasía italiana en EL LECTOR DE ALMANAQUES.
jueves, 29 de abril de 2010
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
1 comentario:
Siena, la bella ciudad donde vive algunos días de mi juventud. Un viaje del que guardo hermosos recuerdos.
Un abrazo.
Publicar un comentario