Nuestro tiempo desprecia el ideal, pero sin líderes ni ideología nunca ha habido revolución, sino continuidad, continuidad que los regímenes de castas, como es el nuestro, aprovechan para incorporar a nuevos cabecillas que perpetúan la abulia y la miseria moral. Lo ha dicho el presidente Zapatero, “nos comprometen”, de lo que hemos de deducir que, de todo el movimiento, habrá unos pocos beneficiados con cargos y prebendas, como sucedió con los sindicatos, ausentes e ineficaces. Recibo en mi correo personal cartas de miembros de las listas electorales del PSOE que, según afirman, “envidian” lo que está sucediendo en Sol y no salgo de mi perplejidad o empiezo a salir del todo. Los acampados de Sol han renunciado a toda representación, a toda bandera, a todo liderazgo, lo cual equivale a renunciar a toda acción y es sólo por la vía de la acción, no de la acumulación de las masas, por la que se consiguen los objetivos que compartimos la mayoría de los españoles: el final de la partitocracia y la desaparición de los políticos profesionales.
Estas masas se mueven, sin embargo, fascinadas por la tecnología: desde un punto de vista real es indiferente que se congreguen en internet o en una plaza pública. Lo que está sucediendo no es más que un happening, una consecuencia de las redes sociales y del instinto gregario que les es consustancial. La manifestación de la necesidad virtual y anónima de protestar de forma masiva, pero sin asumir y exigirse, jamás, un compromiso.
Se pide bienestar social, pero no sacrificio y esfuerzo. Los héroes de este tiempo no son los ilusos que se reúnen en la Puerta del Sol, sino los seres individuales que, como aquel jardinero de Voltaire que cultivaba su jardín, sostienen todavía, como una columna, el peso de un mundo que se desmorona: los partidarios de la excelencia, del trabajo, del sufrimiento y de la abnegación en pos de un ideal, frente a una clase política que desprecia el mérito. El siempre clarividente Ortega lo dijo muy claro en la “Rebelión de las masas:
Heredero de un pasado larguísimo y genial –genial de inspiraciones y de esfuerzos–, el nuevo vulgo ha sido mimado por el mundo en torno. […] Así se explica y define el absurdo estado de ánimo que esas masas revelan: no les preocupa más que su bienestar y al mismo tiempo son insolidarias de las causas de ese bienestar. Como no ven en las ventajas de la civilización un invento y construcción prodigiosos, que sólo con grandes esfuerzos y cautelas se puede sostener, creen que su papel se reduce a exigirlas perentoriamente, cual si fuesen derechos nativos.
Así, salen las masas congregadas por las increíbles herramientas tecnológicas que les han sido dadas, como del cielo, a exigir sin ofrecer nada a cambio. Y, mientras, aquellos que deberían asumir el liderazgo natural de la sociedad por su capacidad y conocimiento, por su aristocracia intelectual, están, como los sabios de la república de Platón, entretenidos, distraídos en su torre de marfil, adonde necesariamente los han exiliado estas mismas masas en el confuso tiempo de la prosperidad que ahora acaba.
Se hace imprescindible una nueva jerarquía social, es necesario el imperio de lo mejor.
Está bien que los jóvenes lleven banderas de Egipto: en la Puerta del Sol cargaron los mamelucos egipcianos de Napoleón contra el pueblo de Madrid, indignados porque Murat -que lo había preparado todo para que corriera la sangre y la ocupación se convirtiera de hecho en invasión- se llevaba al infante Francisco de Paula. Lo que los franceses no previeron, luego, es que, como el propio Napoleón recordaba en Santa Elena, toda la nación española se levantó contra su imperio como un único hombre de honor, desapuntalando su hegemonía.
La historia es un péndulo que se mueve hacia delante sobre la base de la Acción y la Reacción: el levantamiento de mayo de 1.808 que en la práctica significó la fundación de la Nación Española como la conocemos hoy, se pagaría muy caro, soportando, hasta la fecha al nefasto Fernando VII y sus secuaces que ajusticiaron a Riego en la Plaza de la Cebada.
Porque, en definitiva, unos instigan las revoluciones y otros las ganan, pero sólo las podrán ganar los que están dispuestos al sacrificio, aquellos capaces de resistir la prueba del tanque: cuando un hombre no cede -como en Hungría, como en Praga, como en Tiananmen, como en el Palacio de Invierno- ante la acometida de un carro de combate o una partida de caballos, entonces, el que gobierna y los que mandan, deben preparar las maletas, porque sus días están contados, aunque haya que esperar algunas décadas.
Me asombra, por otro lado, la fascinación de estos jóvenes por la burocracia, las asambleas y las comisiones, en definitiva, por el apparatchik. Es desconcertante la renuncia a la libertad que es la base de toda revolución y la sumisión a ciertas consignas preestablecidas.
Yo sueño con una revolución que, montada sobre el ideal, llevada en volandas por la fuerza del pensamiento y de la inteligencia, se plante en la Moncloa, en el Parlamento y en la Zarzuela y proclame de una vez la verdadera soberanía nacional.
10 comentarios:
Clarividente y perfecta descripción de la situación política actual.
¡Cuánta razón! y qué bien expresado.
No son más que ocupas. Un beso.
A-CO-JO-NAN-TE.
Dani
El texto es precioso, como todo lo que escribes, pero me hace preguntarme algunas cosas, por ejemplo, ¿quién tienes pensado que haga los exámenes de excelencia para imponer el imperio de lo mejor? Es tan literario, aunque de otro estilo, como la fascinación "de estos jóvenes por el apparatchik" y abre caminos que ya me dan escalofríos, José María. Porque sobre el papel lo que dices es bonito, ya lo creo (y eso es peligroso cuando en el fondo tiene una carga tan tendenciosa). Pero creo también que hay una simplificación intencionada y despreciativa de un descontento que es verdad, y que, de abandonar el tono que tú llamas "de happening", se volvería mucho más preocupante. Tu diagnóstico acertará en algunos casos, pero ¿de verdad crees que puedes decir que todas esas personas ·quieren bienestar social pero no sacrificio y esfuerzo"? Eso, entre otras cosas bastante dudosas. Desde un punto de vista exclusivamente literario, repito, me fascina tu texto como me fascina la figura del demiurgo, pero cuidado: seguramente, el sacrificio y el esfuerzo es algo de lo que alguna de esa gente sabe mucho más que nosotros. Y a lo mejor también de la desesperanza. Me parece que el país se levanta siempre sobre los hombros de esa "masa" irresponsable. O no se levanta. Y, finalmente, ¿quién es masa? ¿Los que masivamente acampan, los que masivamente votaron al PSOE en otras elecciones o los que masivamente han votado al PP en estas? ¿O la masa deja de ser masa cuando se comporta como a nosotros nos gusta? Porque todos dicen estar contra el "aborregamiento". ¿No te parece curioso?.
No sé si el comentario será adecuado, es difícil concretar todo lo que me sugiere tu texto y no hacer mi "invasión" de tu casa demasiado extensa. Ojalá pudiéramos hablarlo, me encantaría. Por supuesto, si no lo consideras adecuado (yo tengo mis dudas, la verdad, tengo dudas de que el tan cacareado intercambio de opiniones sirva para algo más que para ser etiquetado) no voy a molestarme porque no lo cuelgues. De hecho, si no tuvieses moderación de comentarios, no te lo enviaría.
Un abrazo.
La idea central de mi tesis es orteguiana, sin jerarquía no hay -es imposible- sociedad.
En las sociedades donde se ha producido un excedente de bienestar, la exigencia social disminuye.
El desencanto prende en la gente, pero, lamentablemente, sólo está preparada para estar desencantada, no para más.
Un ejemplo: ¿por qué vale un sobresaliente tan poco para conseguir un trabajo?
¿Quizá porque por el afán igualitarista de los que nos han gobernado no ha habido exigencia?
¿Ha derivado eso en un fomento de la educación privada que tampoco reporta nada?
Creo que la persona preparada no encuentra su sitio en esta sociedad mimada, pero tampoco la encontraría en la masa de Sol.
¿Por qué? Porque tiene voluntad de ser masa, no individuo.
Y para mí lo importante, lo central es el individuo y su libertad, a la que este movimiento ha renunciado.
He tenido oportunidad de leer las propuestas de Sol, no se sostienen.
Tienen una voluntad más vengativa que constructiva.
Un ejemplo: ¿hemos de culpar sólo al banco que nos asfixia con la hipoteca o también al individuo que decidió comprar una casa por encima de sus posibilidades?
¿Por qué la compró si podía alquilar?
Ese dinero que le daba el banco, ¿hemos de entenderlo como un contrato mefistofélico?
Para esto puede haber miles de respuestas, yo te puedo dar la mía.
Siempre he tenido en mente, en el mejor y en el peor de los escenarios, que llegarían tiempos peores.
Siempre he considerado que se vive en crisis.
Para ser veraz, me he pasado por el campamento de Sevilla: no había ni verdad, ni -sobre todo- belleza.
Sólo había consignas y una estética de la fealdad cuyos cimientos sólo pueden componer un mundo horrible.
Estos campamentos han decidido no contar conmigo desde el principio.
¿Por qué? Si yo estoy más indignado que nadie.
Gracias, Olga olvidábaseme, por tus palabras y tu consideración por mi escritura.
Nota: Yo publico, por cierto, todos los comentarios, la moderación está para evitar la difamación y la blasfemia, no más.
Claro que lo que dices es cierto, José María. Pero habría que matizar tantas cosas, y habría tantas frases que podrían decirse igualmente desde el otro lado, que una ya no sabe por dónde llegar a donde quiere: simplemente hablo de no juzgar siempre de una manera tan simplificadora a aquellos que no piensan como nosotros. Está claro que tu exigencia (que es incluso estética) no puede sentirse cómoda en los límites de un movimiento de este tipo. Pero es que no es necesario que todos acampemos o que todos estemos a favor o en contra, sin embargo me parece imprescindible intentar entender por qué los demás hacen lo que hacen. Y no creo que sea por las razones que has dado en la entrada. De verdad, que consigas un texto perfecto no me evita el ver que, en el fondo, tal vez daría igual cuál fuese su discurso. Tú ya sabes cuál es el tuyo. Esa sensación también la he tenido en mis visitas a las acampadas, no te creas, y también en alguno de sus foros he hecho de abogado del diablo y ya me canso. Me entristece todo mucho. Todo me da pena (yo también). Personalmente no creo en más igualdad que en la de oportunidades, en ninguna otra. Pero sí en esa, al menos como tendencia. A partir de ahí, a cada uno según su trabajo (una tesis bastante anarquista, por cierto;-)
Tampoco he podido nunca dejarme llevar por demasiadas ilusiones politicas (creo que por desgracia, pues me encantaría) y seguramente me molesta mucho más que a ti encontrar tantos desajustes en esas actitudes porque a mí, en el fondo, me emocionan un poco. Pero procuro leer en los actos y las palabras de los otros algo más que mi propia cartilla. Yo no sé si esos "ellos" tan tajantemente así llamados por ti han prescindido antes o después que tú de la posibilidad de encontrar un punto de conexión entre vuestra indignación. En cualquier caso, al final iremos en el mismo barco, hacia donde sea.
Yo sé que esto suena cursilón (me da mucha vergüenza) pero lo pienso de verdad y al fin y al cabo la culpa ha sido mía por meterme en camisa de once varas. Aunque siempre digo que nunca más lo haré, suelo acabar cayendo en la tentación;-) Sólo puedo agradecer tu amabilidad con un poco de sinceridad.
Y no abuso más de tu espacio (lo prometo;-)
Gracias de corazón, Olga.
Ellos es ellos, un pronombre.
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Roxana Quinteros
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