Heraldo de la muerte,
ángel de hielo
que juegas a la taba
apostado en los cruces de caminos
y colocas guijarros en la boca
de los embalsamados
cuando marchan camino del Erebo
entre antorchas y sombras
sin rozar tus talones de murciélago.
Ángel negro,
no hay huellas
en los bosques nevados donde vagas:
la mágica espesura que custodia
la cabaña sagrada,
los pantanos secretos donde crecen
los rizomas malignos,
las algas venenosas,
y los dioses adoran a otros dioses
sin Amor.
Tu clámide es la nube de la alquimia,
el velo de lo ignoto
que tu varita mágica transmuta
en oro y agua.
Codicia y caduceo
quebrado por el paso de una Niña
que aplasta a las serpientes,
mármol de museo.
2 comentarios:
Magnífico, sí señor.
Mil gracias, Jesús.
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