domingo, 26 de agosto de 2012

El gran paso de un hombre

Neil Armstrong (1930-2012)

In memoriam

Neil Armstrong pose.jpg



Habla, Musa, recuerda la singladura de los varones esforzados que galopando a lomos del Saturno V y sus corceles de fuego, habíalos domado el brazo germánico de Wernher Von Braun, se elevaron sobre hombros de titanes por encima de la órbita terrestre y, padeciendo grandes trabajos en su navegación por el espacio, arribaron a los dominios de Hécate, la de la oculta faz, para besar los gélidos senos de Diana y hollar el Mar de la Tranquilidad por vez primera -cumplíase la voluntad del Congreso y del Presidente Kennedy-. .¡Oh diosa, hija de Zeus! Cuéntanos aunque no sea más que una parte de tales cosas.

Collins, desde el módulo de mando, -¡tan lejos y tan cerca de Artemisa!- revisa la cartografía de la Tierra. Ha visto pasar los galeones del futuro, sin brújula y sin rosa de los vientos, rumbo a otras galaxias. Nixon convoca a la humanidad ante los televisores porque  Armstrong y Aldrin están danzando en la superficie de la Luna. Han dejado una huella permanente, como una linterna fenicia que marcara las rutas comerciales de mañana. La cápsula retornará al Océano Pacífico, pero no despertarán los astronautas que eternamente duermen el sueño de Endimión, acosados por los hombres naturales, los mercaderes de la propaganda, los que hacen cuentas y collares blancos con la máscara congelada de Selene: la que llora cada noche en el cielo vaciado del poeta.

*****

Li-Po bajó al embarcadero con una jarra de vino, alzó los brazos al cielo y ofreció su copa a la luna, luego apuró un trago largo y se quedó absorto, contemplando el reflejo de la noche entre sus manos hasta que algo extraño llamó su atención: dos hombres diminutos, con un globo de cristal en la cabeza y ropajes blancos y ceñidos, saltaban en el fondo de la copa. Por encima de ellos giraba, suspendida en el aire, una pequeña pagoda de oro. “Verdaderamente he debido de beber mucho", se dijo, "hora es ya de regresar a casa”. La luna llena se mecía ante Li-Po como un inmenso nenúfar, “es solo un pequeño paso para un hombre”. Y posando su breve pie sobre las aguas se alejó flotando por el Río Azul. 




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