domingo, 27 de enero de 2013

El Partido (XX)

{Acero}


Traidores y cobardes. Si tanto temor tienen, ¿por qué no me envenenan? Nadie se atreve a entrar en mi despacho, construido a escala uno a uno conforme al mapa de todas las repúblicas. Ni siquiera la guardia pretoriana. Pero están todos presos en mi jaula de hoces, cuando no disecados, temblando a martillazos, sin piar. Los expedientes se amontonan en mi mesa. Desde mi trono al fondo miro los hielos perpetuos, mi ancho calabozo inexpugnable. Escucho. Qué ingratas son mis naciones. Estoy cansado: deportaciones, purgas, juicios sumarísimos, ejecuciones, guerra. Nada contenta a estos millones de israelitas plañideros. Con lo fácil que sería complacerme y bailar una cancioncilla georgiana, todos juntos, como en un musical de Hollywood.






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