viernes, 18 de enero de 2013

En el camino de la calle Águilas


En el camino de la Calle Águilas

Como Pessoa, yo también he recorrido
el camino de Sintra,
pero no quiero recorrerlo más
porque el único camino
que en verdad me interesa
es el que lleva hasta la calle Águilas
al número catorce y en Sevilla,
donde nací y viví casi treinta años.
Pero tampoco quiero hacer ese camino
porque solo hallaría mi casa derruida,
marchita nuestra quencia,
mi padre con un tajo en la garganta,
mi madre silenciosa, quebrada la color,
con el corazón fuera y en la mano,
como una estatua,
y, además, mis hermanas tiritando
en la escalera sucia
pidiendo que las lleven al colegio
que ya es tarde
y no las han vestido todavía.

MIGUEL GARCÍA-POSADA ("La lealtad del sueño", Ed. La Veleta, Granada)



Miguel García-Posada nos dejó hace un año. Como dije entonces, él escribió la historia de mi familia, tan bien resumida en este poema trágico y estremecedor como la muerte de su padre, mi abuelo, en un accidente de tráfico en la recta de  Los Palacios, de vuelta del infinito azul de Cádiz que tanto amaba. Dejaba mujer y cuatro hijos, Miguel, el mayor, de solo catorce años.

La calle Águilas, llamada así por las águilas que blasonan el balcón de la casa-palacio en una de cuyas viviendas nació Miguel y nació mi madre, discurre como un río del corazón de Sevilla a la Puerta de Carmona, siguiendo el rumbo del agua de un acueducto romano, los caños de Carmona, o el de la Vía Dolorosa que va de la Casa de Pilatos al Templete de la  Cruz del Campo.

Este solar, esta calle, ha debido de estar habitado los últimos dos mil años como poco, cuando paso por ella, sobre todo en los días dulces de la Semana Santa, alta la noche sobre el incienso hondo, o en las lóbregas noches del otoño, frío y niebla, siento que los espectros llaman a mi corazón anegado bruma y, como T. S. Eliot en el Puente de Londres, me digo "nunca pensé que la muerte hubiera deshecho a tantos", tantos que son los míos.

Me decía mi madre que cuando el mundo se detuvo para ella, lo que más le angustió fue ver que el sol ardía, que la gente andaba por las calles, por el Camino de la Calle Águilas, río sagrado del tiempo donde aguarda Caronte.
 
http://sevilladailyphoto.blogspot.com.


3 comentarios:

Fernando Moral dijo...

Un poema seco, sin artificio estéril. Eso lo hace aún más terrible y bello.

Un abrazo.

Antonio Rivero Taravillo dijo...

Hermoso homenaje, hermoso poema.

José María JURADO dijo...

Gracias, Antonio, gracias Fernando.

 
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