domingo, 30 de marzo de 2014

Aguilas, 14

[Sevilla]

"Tantos, nunca creí que la muerte hubiera deshecho a tantos"
(T.S. Eliot, "La Tierra baldía")

Llueve sobre la casa de mi madre.
El agua descuartiza las paredes.
De pie, bajo la lluvia, ante el umbral contemplo
cómo pasan las sombras,
cómo pasan las sombras de las sombras,
a través de los siglos y los siglos.

Este solar,
que alguna vez fue huerta, cuadra,
horno de pan, taller de alfarería,
vio desfilar las águilas de Roma
y ya llevaba mil años habitado.
Desde aquel remotísimo fenicio
que atravesó la niebla y los pantanos
y cobijó sus sueños tras un muro
en el siglo, ¿cuál?, antes del tiempo.

En su recinto
hubo alegría y duelo;
en primavera, flores y, en el invierno, lumbre.
Engendrados y muertos en la casa
se sucedieron hombres y mujeres
bajo los alminares y los galeones
como las hojas de los árboles.

Acaso pudo dar refugio
a un soldado de Urbina
o alojar a una escuadra de dragones franceses,
y escuchó –esto es seguro-
las radiadas arengas de Queipo de Llano
(“y nadie se atrevía a asomarse a las ventanas”) .

Sentados a la mesa cuatro niños
atienden a sus juegos.
Mi madre borda y canta,
junto al balcón su padre lee
y una luz cereal ilumina la estancia.
Es una tarde clara de verano.
La última. 

Pasajeros terrestres de la casa.

http://sevilladailyphoto.blogspot.com
La calle Águilas, en el centro del centro de Sevilla, y que ya ha aparecido aquí en otras ocasiones. De hecho el poema que sigue no es sino una larga paráfrasis de lo que dije entonces, en el aniversario de la muerte de M. G.-P.




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