lunes, 23 de junio de 2014

A un naranjo chino

Parece un planetario en miniatura
constelado de soles acidísimos,
en las órbitas verdes de sus ramas
la belleza es hermana de la fuerza.

Absorto como el niño que en la cuna
mira girar un móvil, acaricio
el equilibrio áureo de los frutos
y suenan silenciosas las esferas.

Yo soy ahora el dueño de la lluvia
que dócilmente moja sus raíces
como en el patio emir de los naranjos.

Cuando la luz de luna lo ilumina,
un mandarín tañe el laúd de jade
por orden del Emperador de China.























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