martes, 8 de julio de 2014

Burladero Baudelarie (II)


Bajo el letrero, sentado en una silla de anea floreada, un gitano español, mal encarado y renegrido, alargaba una mano retorcida y huesuda como la pezuña de un chivo. Dejé caer sobre ella un puñado de francos y avancé todavía un largo trecho en tinieblas interrumpido solo por el chasquido lunar de algunas navajas no del todo invisibles. Un halo escarlata reverberaba al fondo desde donde me llamaban, entre risas y maldiciones, las dos satiresas a las que había vendido mi alma.

Amparo y Ondine, suyas habían sido las precisas indicaciones que me habían hecho descender a esta sima que por fin franqueaba bajo el ingrávido dosel del humo que nacía de sus largos cigarros egipcios. Y así, enredado en sus brazos salomónicos, crucé las puertas del templo donde toda esperanza se pierde.

Una gran sala circular, revestida de colgaduras carmesíes y alumbrada por una inmensa araña de cristal tembloroso, se abría a nuestro paso. Muy al fondo, un decorado desvaído de vagos motivos andaluces se alzaba sobre lo que parecía la tarima de un tableau vivant, quizá en desuso; pero lo que más llamaba la atención eran las innumerables y descomunales cabezas de toro que rasgaban la seda roja de las paredes con la disecada bravura de sus ojos de vidrio y los cuernos afilados como la aguja de Notre Dame.

Friso Beethoven (Klimt): detalle
¿Continuará...?

4 comentarios:

Anónimo dijo...

yo hubiera escrito
"renegrio"

Israel

arrovilla dijo...

Debería continuar

José María JURADO dijo...

Y hubieras escrito bien, Israel, pues bien renegrío que era.

José María JURADO dijo...

Gracias mil, Antonio: esto no se ha quedado aquí, cuando termine de apurar la última semana de vacaciones volveremos a la carga. Abrazos.

 
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