viernes, 21 de octubre de 2016

Rimas y leyendas (II)

Viene del Capítulo I
Pero, atended, ¿qué es este murmullo que en un segundo se transforma en un abucheo atronador? Del interior del recinto han salido el arzobispo de Sevilla y su vicario de quienes la ordenada muchedumbre se aparta como de aquellas pestes barrocas que asolaron los arrabales de sus antepasados. Entre ambos portan una pequeña arqueta de oro, han venido a recoger las reliquias de la cabeza de una de las once mil vírgenes que acompañaron a Santa Úrsula al martirio porque desde hace apenas unos minutos, cuando el lacre selló con sus gotas de sangre el decreto canónico, el templo está secularizado y la misa de esta tarde ha sido la última. Da pena verlos alejarse solos y cabizbajos entre los gritos, como murciélagos o grajos espantados que en otro siglos hubieran podido ser los colorados príncipes de este gallinero en el que se mezclan las injurias digitales y los improperios a viva voz. Solo dulcifica la escena la azucarada constelación de las delicias que afloran del torno de madera podrida, cuyo eje herrumbroso gime a cada vuelta. Pero escuchemos, escuchemos que dice esta muchacha de ojos avispados que todavía se santiguó al paso de los ministros de Dios, para espanto de los esnobs de la repostería:
-Pues mi hermana se llama Inés porque mi abuela, que tiene más de cien años, cosía en este convento. Venía cada tarde andando desde la calle Águilas y las monjas, que entonces eran más de una docena, decían que si rezabas once mil padre nuestros a las reliquias, se te revelaba en sueños la fecha de tu muerte. Pero ella no lo hizo nunca y por eso vive todavía con nosotras. Cuando supimos que esta noche cerrarían el convento corrimos a comprarle unos polvorones para esta Nochebuena, porque nosotros todavía la celebramos.
-Cállate, Paloma –decía su hermana, más tímida y templada- ¡hablas demasiado y a estos señores qué les importan nuestras costumbres!
Sí, y aunque acaso solo importe en toda Sevilla a la familia de estas dos adorables criaturas y a su venerable abuela, por vez primera en más de setecientos años no sonará esta noche la esquila de Santa Inés llamando a la misa del gallo. Las tres últimas monjas, una guineana y dos keniatas, recogerán también hoy sus cosas después del último reparto y entregarán todos los juegos de llave a la última mandadera del convento, madrina del gitano que vigila las obras del ya nuevo centro de interpretación, porque mañana, día de Navidad, se ha fijado la fecha  para el derrumbe del claustro y de la iglesia, que amenazan ruina.
Palacio de las Dueñas, mayo 2016

Greensleeves

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