domingo, 16 de abril de 2017

Domingo de Resurrección

Lázaro o la hija de Jairo salieron de la muerte, pero volvieron a ella.
La Resurrección cristiana no es una regresión a la vida biológica, es la destrucción absoluta y universal de la muerte.
Esto explica por qué en las Escrituras no reconocen al Maestro aquellas personas que habían compartido con él las últimas horas.
Es, obviamente, una cuestión de fe, pero no guarda relación alguna con el culto a los muertos de primeros de noviembre, ni la proliferación de la ficción "zombie".
Esto, por vía indirecta, como hacen los medios con la glorificación de la magia en las películas infantiles para desarticular el concepto de milagro, no es más que un mecanismo de simplificación relativista, de alguna forma impuesto, para que al repasar los Evangelios procedamos a un análisis de perfil bajísimo, como si se tratara de un cuento de hadas.
Y nadie cree en los cuentos de hadas.
Pero sucede que el mundo es más antiguo que el mundo y que tampoco en la tercera década del imperio se creía en los cuentos de hadas, si acaso se creía en algo.
Jesús resucitado se "manifiesta" no solo a sus discípulos, alguno de los cuáles aún así no creía, sino también a quien no pudo verlo en vida, Pablo, el apóstol de los gentiles, fue el primero en afirmar la trascendencia de la Resurrección, quien solo pudo sentirla como la sentiríamos nosotros.
No escribo esto con ánimo de explicarme a los descreídos ni de reforzar la fe de los creyentes, solo quiero manifestar que los católicos creemos en la razón, en la ciencia, en la experiencia visible.
Decimos, con el joven sabio Pascal que hay razones del corazón que la razón no entiende y que el milagro de la Resurrección cristiana, no es la de ese joven dios primitivo que renace en la mitología, ni la de la primavera que vuelve, en eso es muy fácil no estar de acuerdo. Al cabo nos desintegramos, en el peor de los casos, en el Cosmos.
Creemos en algo más, en la doble intersección de la divinidad en la historicidad del hombre, sucedió en la Encarnación y sucede ahora en la Muerte. El hombre es más que un saco de huesos. Esta evidencia es natural a nuestra condición, como lo es la de nuestra inmortalidad.
Llegados a este punto, y pensando a quienes aún leerán esto enrojecidos o iracundos por lo que considerarán un remedo retórico de la fe del carbonero, acudo a los orígenes: "Si no escuchan a Moisés y a los profetas, no harán caso ni aunque resucite un muerto.”, dice el Evangelio en la oscura parábola que más abajo os copio.
Feliz PASCUA DE RESURRECCIÓN
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Lucas 16,19-31 En aquel tiempo, dijo Jesús a los fariseos: – «Había un hombre rico que se vestía de púrpura y de lino y banqueteaba espléndidamente cada día. Y un mendigo llamado Lázaro estaba echado en su portal, cubierto de llagas, y con ganas de saciarse de lo que tiraban de la mesa del rico. Y hasta los perros se le acercaban a lamerle la llagas. Sucedió que se murió el mendigo, y los ángeles lo llevaron al seno de Abrahán. Se murió también el rico, y lo enterraron. Y, estando en el infierno, en medio de los tormentos, levantando los ojos, vio de lejos a Abrahán, y a Lázaro en su seno, y gritó: “Padre Abrahán, ten piedad de mi y manda a Lázaro que moje en agua la punta del dedo y me refresque la lengua, porque me torturan estas llamas. ” Pero Abrahán le contestó: “Hijo, recuerda que recibiste tus bienes en vida, y Lázaro, a su vez, males: por eso encuentra aquí consuelo, mientras que tú padeces. Y además, entre nosotros y vosotros se abre un abismo inmenso, para que no puedan cruzar, aunque quieran, desde aquí hacia vosotros, ni puedan pasar de ahí hasta nosotros.” El rico insistió: “Te ruego, entonces, padre, que mandes a Lázaro a casa de mi padre, porque tengo cinco hermanos, para que, con su testimonio, evites que vengan también ellos a este lugar de tormento.” Abrahán le dice: “Tienen a Moisés y a los profetas; que los escuchen.” El rico contestó: “No, padre Abrahán. Pero si un muerto va a verlos, se arrepentirán.” Abrahán le dijo: “Si no escuchan a Moisés y a los profetas, no harán caso ni aunque resucite un muerto.

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