Aprendíamos, de los siglos de oro, los pintores y escritores, acaso los edificios, pero no los músicos.
¿Por qué nos arrebataron a Tomás Luis de Victoria, a Francisco Guerrero, a Cristóbal de Morales, los dos últimos además paisanos, maestro de capilla y cantor de la Magna Hispalense?
En estos últimos días no escucho otra cosa. La música de las catedrales de América, de las iglesias de los cielos reventados por la apoteosis de la pintura en de Roma.
Esta música -la sagrada polifonía del dorado español- concede al espíritu más resistencia que la capella dinámica del dúo de ídem.
¿Por qué nos arrebataron a Tomás Luis de Victoria, a Francisco Guerrero, a Cristóbal de Morales, los dos últimos además paisanos, maestro de capilla y cantor de la Magna Hispalense?
En estos últimos días no escucho otra cosa. La música de las catedrales de América, de las iglesias de los cielos reventados por la apoteosis de la pintura en de Roma.
Esta música -la sagrada polifonía del dorado español- concede al espíritu más resistencia que la capella dinámica del dúo de ídem.
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