¿Qué diferencia existe en situar el origen de la pandemia en un Dios que nos castiga por nuestros pecados o en una naturaleza salvaje que, cambio climático mediante, nos condenara por nuestras acciones irresponsables?
Ambas afirmaciones invocan a un ser oscuro y ominoso, cruel y vengativo, pero son en el fondo, la misma afirmación.
Sin embargo los adoradores del primer Dios, si quedan, llevarían a la hoguera a quien lo negase apelando a la verdad revelada, mientras que los adoradores de la naturaleza avivarán el mismo fuego apelando a evidencias tanto menos científicas como interesadas a su fin.
Porque el fanatismo, inquisidor o jacobino, obedece a un instinto primario común: el de superponer a la realidad natural otra realidad política mediante el control de las conciencias.
Son la misma doble cabeza de Jano.
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