(Hotel Diana, Sestiere di San Marco, Venezia, 7AM)
Y el espíritu de Dios aleteaba sobre la faz de las aguas
Genésis
¿De qué remoto reino submarino,
de qué profunda góndola del alma
emerge este tañido que retumba
en los hondos canales de la sangre
y en el oscuro cielo de esta estancia
velada por espejos y tapices?
Cerradas todavía las compuertas
de la niebla y el sueño, amortiguadas
por siglos de belleza y de placer,
las campanas resuenan en la bóveda
de este cuarto de hotel fuera del tiempo
como un gong de terciopelo y oro.
Me llaman mientras duermo, pero ¿a dónde
que no sea retornar al primigenio
abismo de las algas y rizomas,
al bosque sumergido entre madréporas
al mar que ardió y era solo un teatro
donde representar una comedia?
Se desvanece el eco poco a poco
y ahora escuchas latir tu corazón
una góndola lúgubre que vaga
sobre campos de azur y serpentina
que corroe la lepra del salitre.
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