Cuando Franco murió yo era un tierno bebé de un año y cinco meses.
Siempre me pareció increíble que yo hubiera llegado a vivir un año bajo el "régimen anterior".
Ahora, con otro sentido del tiempo, me parece imposible creer que el año de mi primera comunión -por invocar una fecha que casi todo el mundo recuerda y en la que en teoría ya se alcanza el discernimiento de conciencia-, en mayo del 83, la primera primavera del PSOE en el gobierno, apenas hubieran pasado siete años.
Porque nadie, pero absolutamente nadie, sacaba en las conversaciones el nombre de Franco, todo lo más como algo remotísimo, acaecido en otro país, en otro mundo.
Y esto en un país, a mis ocho años de edad, en la que la mayoría de los españoles no faltaban a Misa el domingo.
Siete años, por cierto, lleva PSNCHZ en el Gobierno.
Pero si pienso en mi mayoría de edad, que llegó en el 92, como la del país, cuando ya habían pasado diecisiete, ¿quién hablaba de Franco cuando las Olimpiadas o la Expo?
Yo creo que excepto para Vázquez Montalbán que entonces publicara su "Autobiografía del general Franco" -cada cual con sus obsesiones- Franco era entonces para la mayoría de los españoles una estantigua, un militarote como Espartero, Serrano o Prim.
Diecisiete años hace del segundo gobierno de ZP, 2008 fue el año de la ceja.
¿Qué ha pasado en España desde entonces para que Franco, resucitado, trasterrado, vivo o muerto esté más presente -nunca mejor dicho- que nunca en el debate público?
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