...-Yo estuve en Talavera.
-Permítanme excusarles, al menos por ahora, los detalles luctuosos, mi presencia allí fue una fatal casualidad, hacía años que no pisaba las gradas de una plaza de toros y espero no tener que volver a pisarlas en los pocos años que Dios aún me quiera conceder.
-Permítanme excusarles, al menos por ahora, los detalles luctuosos, mi presencia allí fue una fatal casualidad, hacía años que no pisaba las gradas de una plaza de toros y espero no tener que volver a pisarlas en los pocos años que Dios aún me quiera conceder.
-¿Cómo, y entonces a qué va usted a Sanlúcar?
-Negocios. Este año la uva está madurando más temprano.
-¿Es usted bodeguero? ¡Pues podría invitarse a una ronda de manzanilla, que pronto va a ser la hora del aperitivo!
-¿Y dice que no va a ir nunca más a los toros, no será usted uno más de los secuaces del infame Eugenio Noel?
El silencio había dado paso a una general expectación interrumpida solo por ocasionales y bienintencionados exabruptos. El porte distinguido, pero no aristocrático, de su veterano interlocutor y sus modales afectados, aunque remotamente familiares, quizá más propios de un actor dramático retirado que de un terrateniente al uso, ejercían una atracción solar sobre aquella afición, huérfana de emociones tras la infausta extinción de la rivalidad de Juan y José.
-Cuenten con esa ronda, amigos. En efecto, soy tratante de vinos, pero también soy y he sido muchas otras cosas. Algunas he conseguido olvidarlas, de otras no puedo estar orgulloso y, las más, sencillamente, ustedes no las podrían imaginar. Y aunque no comparto los estrafalarios argumento de don Eugenio, soy también de la opinión de que habría que mandar las corridas de toros al infierno.
[¿Desembocará...]
Isaac Albéniz, "El Puerto", Suite Iberia (Piano: Alicia de Larrocha)
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