Ese avión bimotor que anunciaba la muerte
bajo las nubes bajas de un pinar amarillo.
Ese campo de tiro y tranvías de niebla,
de cañones hundidos que disparan al cielo.
Esa plaza aguanosa de salitre y de piedra
sobre un foso de fango y arsenales remotos.
Esa negra laguna donde crece el encaje
de la sal y la cal como un hueso de luna.
Esa anfibia tristeza que golpean las olas,
osamentas de barcas y veleros varados.
Esa ancla clavada en el fondo del pecho
tatuada de herrumbre y de heces de vino.
Ese quejido amargo tras las tapias de nieve,
ortiga en la garganta y raspas de pescado.
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