Han apagado
las luces en el pabellón de caza y las verdes cúpulas de bronce, con el último
bramido de las trompas del ocaso, se están hundiendo en el estanque real,
constelado de hojas caídas. Agujas rojas de los alerces, vaho en los hocicos
del lebrel: es otoño en los bosques de Viena, ¡violín, no dejes de sonar! Tu
melancólica y dulce melodía trae un rastro de rosas imperiales a este mundo de ayer despedazado. Entonces,
ah, entonces, paseábamos en carroza a la sombra de árboles espléndidos y sabíamos
pintar las oscilantes fronteras de las viejas naciones en los mapas de Europa.
Entonces, en los salones nublados del café, Gustav Mahler jugaba al ajedrez con
Sigmund Freud. Pero se han borrado del cielo las águilas de Schönbrunn, igual
que la nube de pólvora que abatió al jabalí por la mañana. Unser Kaiser und Herr. ¿Qué sombras pardas, qué furias rojas, qué
masas uniformes se apelmazan bajo las
ménsulas de los palacios? ¡Violín, no dejes de sonar! Que tu melancólica y
dulce melodía gire y gire en los salones de baile como un canto de réquiem, que
tu luz no se apague en mitad de la inmensa cacería.
"Cúpulas y Capiteles", Siltolá 2011.
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