Miro
girar los tranvías
sobre
la curva
amplia
de la calle
esmaltada
de luz y ropa blanca.
Algo
gira en el alma al mismo tiempo:
un
puñal amarillo de tristeza.
Y
sube a la garganta y a los ojos
esa
lenta nostalgia de haber sido
y
no volver a ser,
que
no es la muerte
sino
algo más o menos parecido.
Todo
es tan claro ahora,
mientras
gira el tranvía junto a los azulejos
y
la vieja fachada del café,
como
el reflejo
de
ese heterónimo viejo
que
ves y ya no ves.
Lisboa, 20 de julio |
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