[Cfr. Buddenbrooks, Parte VIII, Cáp VIII]
Todos han muerto, pero están
aquí,
como los dulces de mazapán
o la hilera de velas que
arde en el salón.
Porque es el nuestro, sabemos el final,
aún así, honremos a Jesús.
Elisabeth tenía lacitos de
satén,
y en los ojos de Gerda,
rodeados de azul,
brillaban las hogueras
rojas de Tristán.
Hija de Sión, regocíjate.
(Alguien lee en la Biblia familiar
el Evangelio de la
consolación.)
Ahora que la nieve ha
ungido la ciudad
con un manto de luz
cantemos reunidos otra vez
bajo el árbol sagrado de
la Navidad.
Todos han muerto, pero
están aquí,
también aquí el teatro de
cartón
y las carpas regadas con
los vinos del Rhin.
O Tannenbaum.
Este coro de sombras te está
llamando a ti,
sube de lo profundo con
una sola voz,
pregunta por la puerta que
nadie puede abrir.
Porque es el nuestro, sabemos
el final,
el vacío y la nada y la
aniquilación.
O Tannenbaum.
O Tannenbaum.
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