Madre de los jacintos,
alza
tu réquiem blanco,
inunda la ciudad con tu silencio,
expande los espacios con la música
que no se puede oír y es la más dulce.
Son los trinos del alma los que hacen
las verdades amargas transparentes;
a ti no he de engañarte que vas sola
y en lo profundo miras y me encuentras.
Tengo miedo, señora, en este trance
de horror y soledad con mi vacío al hombro.
La primavera canta en los balcones,
pero arriba los astros están mudos.
Madre de los jacintos,
ahora
que atardece
concédeme el descanso, a solas con mi túnica,
y déjame sentir el roce de las sombras,
que tus manos apartan en silencio.
Soledad de San Lorenzo. |
Réquiem de G. Fauré
1 comentario:
Que bonito y que pasión le pones. Un abrazo.
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