lunes, 6 de abril de 2020

Diario del Año de la Peste XXIII ("La inteligencia")

En 2008, cuando el terremoto de Sichuan segó la vida de más de 60.000 personas, las autoridades chinas impidieron la búsqueda de supervivientes: ante la magnitud de la tragedia no había tiempo que perder, había que remover la tierra y los escombros y dejar sepultados los cadáveres.

Acostumbrado a la batalla que en estos casos siempre se emprende en occidente -hasta el último recurso por Julen de Totalán- aquella falta de escrúpulos me estremeció y no la he olvidado nunca. No era nueva de todo modos si pensamos en las hambrunas diseñadas por Mao antes y durante  la Revolución Cultural. Además quizá no quedaba otra para evitar las posibles epidemias de disentería o cólera, también esto hay que admitirlo como parte de lo inevitable.

El caso es que cuando China difundió las imágenes de la construcción de los hospitales de Wuhan recuerdo que no pensé tanto en la maravilla de la tecnología china (un tanto exhibicionista, pues el hospital de Ifema presta el mismo o mejor servicio sin tanto alarde) como en la inédita  actitud compasiva del Partido Comunista Chino con sus súbditos.

Me dije cínicamente: se ve que el dinero, una década después, los ha hecho mejores, como si esto fuera posible.

Aquel arca de Noé -si verdaderamente lo era, pues nunca sabremos si formaba ya parte del decorado- debiera habernos puesto a pensar a todos o, mejor, a los que mandan. ¿Qué horror espantoso se estaba viviendo allí para que China, que siempre ha echado tierra por encima, hiciera esa demostración de piedad hospitalaria al mundo por una gripe que solo afectaba a los mayores?

Es incomprensible que los servicios de espionaje -la inteligencia es otra cosa- no presentaran informes más claros -¿o sí lo hicieron?- que hubieran permitido con tiempo suficiente prepararse para lo inevitable. Y no me refiero a España o Italia, pienso, sobre todo, en Estados Unidos.

Esta pieza del puzzle no me encaja -aunque la verdad es que  no me encaja ninguna-, si a los próceres de los años cincuenta no se les escapó el dedo sobre el botón nuclear, ¿por qué no vieron esto?

¿O si lo vieron y esto es solo un ensayo general de algo peor?

"Inteligencia, dame, el nombre exacto de las cosas", que decía Juan Ramón.

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