lunes, 4 de mayo de 2020

Diario del Año de la Peste LII ("Turris Fortissima")

A Lorenzo Clemente, pregonero del toro en la "nueva normalidad"

¿Seguirá siendo rosa oro por la tarde cuando un cielo malva desciende lentamente y los vencejos la cercan sin descanso? Toda de carne rosa a esa hora violeta la quiso Juan Ramón.

¿O habrá recuperado el afeite rojizo con el que la conocieron los siglos, como la pintara Murillo, sustentada por dos niñas alfareras de Triana que fueran mis hijas cuando juegan a cuadros y que, como dos ángeles atlantes, impidieron su derrumbe cuando el terremoto negro de Lisboa? 

¿Llevará otra vez la mascarilla del andamio o crecerá salvaje como un mástil de luz hacia los cielos más profundamente azules, surcados por la alta nube de cernícalos que revolotea allá arriba, más arriba, como oro espolvoreado?

Desde las azoteas inalámbricas la hemos intuido pixeladamente pálida, compungida por el tránsito secular y pestífero del carro de la muerte. Sus enormes campanas mugían como toros heridos y eran altas lágrimas de bronce...

¿Volverán a sonar otra vez a arrebato como cálices locos, manando leche y miel, cuando los cielos se enajenan y el añil se precipita contra los haces malvas del Aljarafe porque ya torna la flota de Tierrafirme?

Y en las tardes de lluvia, ¿vestirá de nuevo el cristalino impermeable de los charcos encendidos, cuando la piedra bebe el agua de la historia y el ladrillo, henchido como la arcilla, pone una pátina umbría y medieval a la ciudad excesiva?

Fortissima, erguida en el centro del centro del mundo como un faro, al borde mismo del lago de la Atlántida, fina como el mástil de una embarcación fenicia y esbelta como una columna griega o un obelisco egipciano, crece la copa arabesca de su palmera desde el duro tronco de Roma hacia los ojos secretos del ajimez y el jarro de cristianas azucenas; como el manto bordado de una virgen que amparara los huérfanos tejados y las calles vacías con su misericordia.

¿Cómo, era, Dios mío cómo era? 

Hace ya mucho más de cincuenta días y cincuenta noches que no paso tus calles y salones de luz, toda una edad geológica hispalense. Estoy contando ya las horas que me quedan para ver otra vez la transparencia rosa y oro de tu alma, ¡GIRALDA!


Hace un año. En los toros.

No hay comentarios:

 
/* Use this with templates/template-twocol.html */