Tiene estos días Sevilla algo de pueblo grande.
La tristeza ignota de las cinco de la tarde -hay menos gente que en las calores de julio y ni los pájaros cantan- le rompe a uno el alma.
Silenciosa -sin sevillanos- es aún más bella, pero también más irreal.
Parece que hubiéramos emprendido un viaje en el tiempo a una de esas décadas ominosas en que las epidemias diezmaron la ciudad, 1649, 1800...
Escuchamos nuestros pasos en las calles, sumidas en un silencio islámico.
Pero no se oye al almuédano ni tampoco suenan campanas.
Apenas hay un testimonial coche de caballo, mal pintado, como en un cuadro viejo de costumbres.
Como tampoco se han encalado las fachadas y no hace mucho ha llovido tiene también un aire napolitano o veneciano, lóbrego y sombrío.
Solo el cielo nos salva.
Todavía no los hemos perdido.
3 comentarios:
Estos días azules y este sol de la infancia
Esta será nuestra Salvación. Gracias, Carlos.
Gracias, Manolete.
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