Llega un momento en la vida de todo español de bien en que, lo quiera o no, termina por gustarle Julio Iglesias. Esto suele acontecer cuando -llegada la crisis de los cuarenta- y cansado de matar al padre (nunca mejor dicho, ¡y lo sabes!) sus canciones empiezan a sonar como la banda sonora de la vida.
Y si para algunos Julio Iglesias es la melodía del tardofranquismo para mí es la música que suena, por ejemplo, en las crónicas borbónicas -valleinclanescas- de Umbral.
Si Rajoy se bamboleaba al ritmo de la gran noche postrafaelita, el socialismo ilustrado se apuntó al carro del bamboleo y así Julio Iglesias suena a Marbella, Rumasa, Chabeli, el Hola y la Bodeguiya.
Esto lo vio muy bien Bigas Luna en ese guiñol daliniano (otra vez: valleinclanesco) que fue la por lo demás horrible "Huevos de Oro".
Ahora lo ha hecho suyo Almeida y -me temo- con él todos los setenteros que no se han quedado en bucle en la Internacional.
El siguiente salto cuántico será José Luis Perales...
Hey.
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