jueves, 4 de marzo de 2021

La inspiración de uno

Cuando a uno le va a ser dado escribir un buen poema lo siente antes galopar por el pecho y rebosar el corazón, pugnando por salir.

Y cuando al fin lo escribe, uno deja de existir o deja de existir el tiempo.

El acto de componer versos tiene más de contemplación, de adoración incluso, que de técnica o artesanía.

En ese inefable intervalo en que el poema no es sino que acontece ha de cuidar uno, como las parteras, que la criatura no se tuerza mientras accede al mundo.

El mejor poema es aquel al que menos defectos inflingimos cuando llega. Un buen poema llora cuando llega al mundo. Lo que tiene de bueno no le pertenece a uno, sino al poema "en sí" por eso no nos importaría que lo firmara otro, como por otra parte tantas veces sucede: todos somos nadie, todo somos Homero, todos somos anónimo.

Todo somos uno.

Los versos buenos tienen vida propia y huyen de nuestras manos no como el hijo pródigo sino como el Rey David.

Imposible reconocerse en ellos sino es por la vía negativa, engendrados, no creados, se alejan de nosotros y echan a rodar solos por el mundo.

Y aunque uno intuye que hay algo equivocado en esta concepción del poeta como demiurgo platónico no encuentro otra razón que justifique por qué puedo escribir los versos más tristes esta noche.



William Blake. Alas de ángel.

1 comentario:

José María JURADO dijo...

Sí, será el libro CUARESMA, que te tengo que envíar.

 
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