viernes, 21 de mayo de 2021

Brines

 Y ahora, ay, Brines.

Yo lo conocí en aquel curso del 96 en El Escorial dedicado a la generación del cincuenta que dirigían mi tío Miguel y Luis García Montero.
No me olvido de su voz, escuchada una alta noche de confidencias, pero tampoco de su voz lírica que acaso alentó algunos torpes poemas que luego salieron en "La memoria frágil", mi primer y frágil libro..
Le gustaban los toros, muchísimo y por ahí comenzó la conversación de la que fue testigo el poeta Lorenzo Oliván.
Fue un verano mágico, en el ascensor, ya a una hora infame, nos cruzamos, nada menos, que con Ángel Gonzalez, que daba el último recital: - mañana acabamos contigo, recuerdo que le dije y le saqué una sonrisa.
Pero ya no están, ni Ángel, ni Umbral, ni Sahagún, ni Caballero Bonald.
Copio aquí el poema suyo que prefiero, porque fue el primero que leí, había aparecido ese mismo año en Los Nuevos Textos Sagrados de Tusquets.
Fue el poema que elegí en la Antología Consultada de Renacimiento cuya lectura es el mejor homenaje que podemos hacer a un poeta verdadero.
Buen viaje a la otra orilla.
LA ÚLTIMA COSTA
Había una barcaza, con personajes torvos,
en la orilla dispuesta. La noche de la tierra,
sepultada.
Y más allá aquel barco, de luces mortecinas,
en donde se apiñaba, con fervor, aunque triste,
un gentío enlutado.
Enfrente, aquella bruma
cerrada bajo un cielo sin firmamento ya.
Y una barca esperando, y otras varadas.
Llegábamos exhaustos, con la carne tirante, algo seca.
Un aire inmóvil, con flecos de humedad,
flotaba en el lugar.
Todo estaba dispuesto.
La niebla, aún más cerrada,
exigía partir. Yo tenía los ojos velados por las lágrimas.
Dispusimos los remos desgastados
y como esclavos, mudos,
empujamos aquellas aguas negras.
Mi madre me miraba, muy fija, desde el barco
en el viaje aquel de todos a la niebla.
FRANCISCO BRINES.
Julia Bellido, Jesús Beades y 33 personas más
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