Para Emilio
Moreno
Dos
virtuosos de la capa se dieron cita el pasado viernes en el Teatro de la Escala
maestrante para interpretar un rossiniano concierto alla limone. Toda la
gracia expresiva del bel canto se manifestó en el arco templadísimo de sus muñecas. El público alcanzó el éxtasis con la música callada del
toreo. Abolidos tiempo y espacio en lances cadenciosos, la camerata musical de
la Maestranza y su coral de sol y sombra acompañaron los quites con gracia y
armonía, resultando en conjunto una interpretación magistral de una pieza para
dos instrumentos única e irrepetible.
Primer
movimiento: Andante alla veronica
Juan Ortega, de TRIANA, fue el primero en atacar las notas de esta pieza
de silencio y geometría meciendo en el amplio compás de su capote la verdadera
imagen del toro que fue ingrávidamente acunado en seis verónicas infinitas. Sobre
el anillo de oro de la maestranza se elevó a lo alto un acorde de elipses, el
dinamismo invisible del temple hecho geometría y suspensión del cronómetro.
Segundo
movimiento: Adagio sostenuto al galleo.
Siguió Ortega sobre
el hilo diamantino de la melodía tirando suavemente de su toro hacia al caballo
en una contradanza de encuentros y burlas, en un paso a dos de toro y toreo en
mecánica de dulce galleo hasta la raya de pica y tiralíneas, donde embisten los
graves contrabajos de la casta brava.
Tercer movimiento: Quitte
Maestoso
Desde su
alto atril de luna Morante de la Puebla descendió al sereno mar en sombra de la
playa y, hundidos los riñones en el plexo solar de su antigua tauromaquia,
compuso el barroco rasguido sísmico que hace estremecer las andanadas de ángeles
eufóricos. Temblaba la verónica en sus manos como los pliegues de mármol de
Bernini sobre el inmaculado mármol de las astas del toro. Allí murió la
orquesta y se abismó el coro. Rota la tela de un eterno encuentro.
Cuarto movimiento: Allegro
piu expresivo con le ciccueline alla mano bassa
Dos
torbellinos de magenta y gualda botánica atravesaron la ancha pradera del
Baratillo dejando un rastro granado de rosas fucsias y amarillas. Dos ciclones de
polvo de oro y pétalos de lluvia cruzaron hacia el más allá de la belleza,
ceñidos a la muerte negra con túnica de raso. Vórtices de color y destino las
chicuelinas estallaban en los ojos y en los oídos y fue entonces el éxtasis, el sinestésico Scriabin de los sentidos.
Y luego
quedamos solos, hundidos en la nada, en el vacío, en la oscuridad de los
relojes, en el tiempo de las oficinas y los chiqueros desnudos.
Sí, pero. Preguntad a Keats: a thing of beauty is a joy forever
Sí. La belleza es una eterna alegría.
Imágenes: Sevilla 24 de septiembre Juan Ortega y Morante de la Puebla
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