Comprar más libros de los que uno podrá nunca leer es un ejercicio de ficción equivalente a la lectura.
Nadie compra para no leer.
De la misma forma que mediante la lectura somos otros y habitamos otros mundos y vivimos experiencias más fuertes aún que las proporciona lo que se entiende en general por vida, en el acto de comprar un libro que no podremos nunca leer vivimos la ficción de ser quien seremos cuando pudiéramos leerlo, con la misma emoción, intensidad e ilusión, si no más.
Y ver este libro en la biblioteca de uno, acariciarlo, hojearlo acaso, proporcionará una y otra vez la misma felicidad de ese yo virtual, mejorado por una lectura aplazada.
Los libros están ahí para decirnos que aunque no podemos recorrer a la vez los siete mares, hay un buque amarrado en cada dique o anaquel, aguardando la partida.
2 comentarios:
Yo ya tengo las miras puestas en la jubilación. Quizá entonces...
Quizá...
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