Me preguntan en ocasiones de dónde saco tiempo para escribir, pero la explicación es fácil -dejando aparte que quienes escribimos lo hacemos a tiempo completo, pues todo lo vemos tras el cedazo de la literatura y continuamente recogemos fragmentos o pepitas de oro de la realidad real o imaginaria, y -por convertir este párrafo en una larga hipotaxis proustiana-, continuamente ordenamos y construimos materia literaria en la memoria, que antes yo perdía y ahora al menos puedo apuntar junto con las instantáneas de la realidad en este archivo desordenado de FB-, dejando aparte todo eso hay que -alguna vez- sentarse y trabajar, que cuesta mucho, muchísimo, porque el espíritu te reclama siempre más y más dosis de lectura -actividad por cierto más fácil de emprender, pero infinitamente más difícil de abordar bien-, sin embargo aquí estamos, domingo a las cinco y media de la tarde, con el sábado sabadete bien leído, dispuestos a la tarea. Con un poco de suerte a las dos de la mañana habremos escrito una página o dos, quizá un poema.
Puede parecer poco, pero el año tiene 55 domingos, y al final -descontando bautizos, bodas y comuniones- raro será que no acabemos el año con 20 poemas, que es ya casi un libro, 20 páginas de ensayos y 15 de narraciones.
A veces además se escribe toda la semana...
Y cuando pasan los años, dos o tres, porque pasan muy deprisa, parece que la vida hubiera labrado la escritura por ti y ahí están hechos, como si nada, los libros.
[PS: De momento esto son ya casi trescientas palabras y la tarde no ha hecho sino empezar]
domingo, 16 de junio de 2024
¿Cuándo escribes?
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